Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Como ya anunciaba la semana pasada aquí empieza la historia por entregas, así empieza "Black Jack"
Mike
estaba tratando de encenderse el cigarrillo que tenía en sus labios protegiendo
la llama de la cerilla con sus dos manos y girándose contra la pared para que
la ligera brisa que soplaba no le apagara el misto. Cerró un poco los ojos
achinándose mientras inhalaba consiguiendo por fin encender el pitillo. Llevaba
el cuello de su sempiterna americana levantado para evitar que el frío de la
noche se le metiera en el cuerpo.
—Normalmente
eres poco agraciado Mike —le dijo la intendente Brown con una sonrisa en sus
labios—, pero cuando pones esa cara como de rata cunado te enciendes el pitillo
ya eres feo del todo. Y por el amor de Dios, no fumes en mi escena del crimen
que estas contaminándola con el humo.
—Tu
“Escena del crimen” —respondió Mike tratando de imitar la voz de su amiga
mientras decía estas palabras— ya está contaminada con ese perfume de puta
barata que usas ahora —hablaba sin sacarse el cigarro de los labios y
expulsando el humo de este por la nariz mientras observaba el lugar con una
curiosidad y atención innatas.
El lugar
del crimen era un callejón sin salida entre dos calles. Dos de las tres paredes
que lo formaban era el muro de carga de unos edificios comerciales, sin puertas
ni ventanas que dieran a este lado. La tercera pared la habían levantado para
separar y delimitar el barrio humilde del de la gente de alto standing. El
edificio más cercano al otro lado del muro se encontraba a unos treinta metros
de distancia. Tampoco había ninguna tapa de alcantarilla a la vista. Tan solo unos
cubos y contenedores de basura prácticamente vacíos.
—¿Perfume
de puta barata? Es “Channel Nº5”. Lo
usan todas las celebritis.
—Lo que tú
digas Sally, pero sigues oliendo a zorra.
—Gracias
Mike, yo también te quiero —le dijo guiñándole un ojo sin poder disimular una
sonrisa. Se conocían hacía años y este pique era habitual en ellos cada vez que
un asesinato les juntaba en una escena. Una especie de ritual. Luego se puso
seria y preguntó— ¿Qué opinas?
—Esto es
una ratonera. Un callejón sin salida. Algo apesta pero aún no sé de qué se
trata. ¿Sabemos ya quién es el muerto o que hacía aquí? —preguntó él mientras
sacaba el cigarrillo de entre sus labios con aquella forma tan peculiar que
tenía de hacerlo cogiéndolo entre sus dedos corazón y anular de la mano
derecha. Luego exhaló el humo y volvió a llevarlo a sus labios mientras cogía
el teléfono móvil de su bolsillo derecho de sus pantalones.
—Aún no lo
sabemos —le dijo El inspector Smith, recién llegado a la ciudad y al
departamento de homicidios—. No llevaba cartera encima. Probablemente fuera un
ejecutivo que se había perdido y estaba esperando un taxi y alguien le atacó
para robarle la cartera y el dinero. En este barrio es lo más probable.
—Lo dudo
—respondió Mike sin mirarlo pues estaba pendiente de la pantalla de su Smartphone buscando a alguien en su
agenda—. Si en este barrio le hubieran robado no le habrían dejado ese peluco
Cartier de oro y brillantes que lleva y que vale más de lo que tú y yo
ganaremos en nuestra puta vida. Ni tampoco ese iPhone que asoma en el bolsillo
de su americana —y levantó la mano pidiendo perdón pues al otro lado del
teléfono su interlocutor le estaba respondiendo y se giró contra la pared.
La
intendente Brown y el inspector Smith intercambiaron miradas y ambos se
encogieron de hombros mientras escuchaban como Mike hablaba con quien fuera que
tuviera al otro lado de la línea telefónica. Mientras esto ocurría los
investigadores de la escena del crimen, embutidos todos ellos en unos monos de
papel blanco pasaban bajo la cinta amarilla y negra llevándose consigo las
muestras y las fotografías que habían tomado in situ en el lugar de los hechos.
—¿Qué tal
estás viejo Barry? —Gritaba Mike al aparato aparentemente ajeno a lo que
ocurría a escasos metros a su espalda—. Quería hacerte una pregunta a ti que lo
sabes todo de la recogida de basuras. Estoy en una calle muerta entre Nixon y
La Continental, ¿Quién se encarga de esta calle?
—Ya sé
dónde estás viejo zorro —le comentó el viejo Barry al otro lado. Cuando Mike
empezó en esto el viejo Barry ya era viejo y han transcurrido más de treinta
años. Nadie sabe muy bien qué edad tiene pero las malas lenguas dicen que es
inmortal por algún rito vudú de su tierra natal, pero esto, por supuesto, no
son más que habladurías— Esa zona la hace ahora Drew que es quien se encarga de
la zona de Jason que ha cogido la baja por paternidad.
—¿Qué me
dices, Jason el Gordo ha sido padre? Me alegro por él, le haré llegar una
canastilla a su casa.
—Sí, de
gemelos.
—¿Y Drew
que tal es? No le conozco creo. ¿Es un tipo puntual?
—No, no es
un tipo puntual. Drew es una chica, y sí, es extremadamente puntual. Lleva tres
meses seguidos siendo la empleada del mes, cosa que nunca había ocurrido en la
empresa. Y ese callejón lo hizo a las dos en punto.
—Gracias
viejo, me tienes que presentar a Drew. ¿Quién la acompaña?
—Los
hermanos García.
—Gracias
por la información Barry, te debo una —y colgó guardando el teléfono de nuevo
en su bolsillo, miró la hora en su reloj de pulsera antes de girarse al forense
que aún no había abandonado el lugar— ¿Sabemos ya la hora de la muerte?
—Es pronto
para eso Mike —dijo el interpelado— pero por el Rigor Mortis que presenta debe de llevar muerto no menos de cinco
horas, por lo que la hora de la muerte tuvo que ser la media noche más o menos.
Mike
asintió con la cabeza y se acercó a la zona acordonada por la cinta amarilla y
negra mientras miraba como se alejaban la policía científica. Los detestaba
tanto como a los chupatintas con corbata que se encargaban de perseguir delitos
financieros, tanto unos como otros tenían chapa, como a él le gustaba referirse
a la placa, pero no los consideraba policías. Una vez estuvo al otro lado de la
cinta se acercó a su amiga y superior Sally y le plantó dos besos uno en cada
mejilla.
—¿Qué te
has hecho? Te ves especialmente guapa hoy.
—Mira que
eres pelota Mike —este arrojó la colilla al suelo y la pisó con el pie— ¿Qué te
tengo dicho de que no tires las colillas en la escena del crimen?
—Vale ya.
Además los monos de feria ya se han ido a su laboratorio a hacer que juegan a
ser policías mientras los polis de verdad nos dedicamos a resolver este caso. Y
por cierto, lamento decirte que esta no es la escena del crimen.
—¿Qué
quieres decir? — le preguntó el inspector Smith.
—Dice el
forense que el asesinato fue en torno a la media noche, pero me han dicho
fuentes muy fidedignas que el camión de la basura recogió esos contenedores
—dijo señalando a estos con el pulgar sobre su hombro izquierdo mientras se
agachaba ante el cuerpo— a las dos en punto por lo que el cuerpo lo tuvieron
que dejar después de esa hora. Esto no es la escena del crimen, tan solo el
lugar donde nos lo han presentado, además apesta a escenario preparado.
—¿Por qué?
—le preguntó ahora Sally.
—Este
hombre es diestro, como indica las marcas de nicotina entre sus dedos y en
cambio la corbata esta anudada por una persona zurda…
—Eso no
quiere decir nada —le interrumpió su amiga y superior— yo misma he anudado tu
corbata en más de una ocasión, hay mucha gente que no sabe hacer el nudo a una
corbata y alguien se lo hace.
—Touché mi reina de ébano —prosiguió él
mientras cogía un guante de nitrilo del bolsillo de su americana sin ponérselo
pero cogiéndolo como si de una pinza se tratara— pero si me hubieras dejado
continuar antes de interrumpirme, te habría dicho que también los zapatos están
anudados por un zurdo, y a un hombre de esta edad no creo que se los tengan que
atar.
Le
desabrochó la americana al finado usando el guante para no tocarlo directamente
y al abrirla le sorprendió un pequeño objeto que sobresalía del bolsillo de la camisa.
Lo cogió y se puso en pie como si tuviera un resorte mientras gritaba «¡No
puede ser! Es imposible. ¡No puede ser joder!».
—¿Qué pasa
Mike? —le preguntó Sally.
Este le
mostró el objeto que tenía entre sus dedos y que acababa de sacar del bolsillo
del cadáver que descansaba en el suelo en una postura demasiado artificial para
tratarse de una muerte por asesinato. Se trataba de un naipe, el reverso del
mismo era azul y negro con la firma del fabricante Fournier. Por el otro lado
se podía ver el As de corazones con una firma que él conocía demasiado bien. “Black
Jack” rezaba con una pulcra caligrafía escrita a mano.
—¿Esto es
obra de Black Jack? —preguntó Sally.
—¿Quién es
Black Jack? — hizo lo propio el inspector Smith.
—Black
Jack está muerto —dijo Mike negando con la cabeza.
—No es
seguro nunca se encontró el cuerpo —aseveró Sally.
—¿Quién es
Black Jack? —volvió a preguntar el inspector Smith.
—Está
muerto. Está muerto, Está muerto —balbuceaba Mike como un niño asustado.
—¿Cómo
puedes estar tan seguro? —insistió Sally.
—¿Pero
quién es Black Jack? —gritaba el inspector Smith tratando de que alguien le
respondiera.
—¡Está
muerto y punto! —gritó cabreado Mike mientras hacía un ademán de salir
corriendo de allí.
—¡¿Pero
quién coño es Black Jack?!
Por hoy es todo, "Black Jack continuará en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.
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