viernes, 2 de agosto de 2019

Black Jack (I)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Como ya anunciaba la semana pasada aquí empieza la historia por entregas, así empieza "Black Jack"


Mike estaba tratando de encenderse el cigarrillo que tenía en sus labios protegiendo la llama de la cerilla con sus dos manos y girándose contra la pared para que la ligera brisa que soplaba no le apagara el misto. Cerró un poco los ojos achinándose mientras inhalaba consiguiendo por fin encender el pitillo. Llevaba el cuello de su sempiterna americana levantado para evitar que el frío de la noche se le metiera en el cuerpo.
—Normalmente eres poco agraciado Mike —le dijo la intendente Brown con una sonrisa en sus labios—, pero cuando pones esa cara como de rata cunado te enciendes el pitillo ya eres feo del todo. Y por el amor de Dios, no fumes en mi escena del crimen que estas contaminándola con el humo.
—Tu “Escena del crimen” —respondió Mike tratando de imitar la voz de su amiga mientras decía estas palabras— ya está contaminada con ese perfume de puta barata que usas ahora —hablaba sin sacarse el cigarro de los labios y expulsando el humo de este por la nariz mientras observaba el lugar con una curiosidad y atención innatas.
El lugar del crimen era un callejón sin salida entre dos calles. Dos de las tres paredes que lo formaban era el muro de carga de unos edificios comerciales, sin puertas ni ventanas que dieran a este lado. La tercera pared la habían levantado para separar y delimitar el barrio humilde del de la gente de alto standing. El edificio más cercano al otro lado del muro se encontraba a unos treinta metros de distancia. Tampoco había ninguna tapa de alcantarilla a la vista. Tan solo unos cubos y contenedores de basura prácticamente vacíos.
—¿Perfume de puta barata? Es “Channel Nº5”. Lo usan todas las celebritis.
—Lo que tú digas Sally, pero sigues oliendo a zorra.
—Gracias Mike, yo también te quiero —le dijo guiñándole un ojo sin poder disimular una sonrisa. Se conocían hacía años y este pique era habitual en ellos cada vez que un asesinato les juntaba en una escena. Una especie de ritual. Luego se puso seria y preguntó— ¿Qué opinas?
—Esto es una ratonera. Un callejón sin salida. Algo apesta pero aún no sé de qué se trata. ¿Sabemos ya quién es el muerto o que hacía aquí? —preguntó él mientras sacaba el cigarrillo de entre sus labios con aquella forma tan peculiar que tenía de hacerlo cogiéndolo entre sus dedos corazón y anular de la mano derecha. Luego exhaló el humo y volvió a llevarlo a sus labios mientras cogía el teléfono móvil de su bolsillo derecho de sus pantalones.
—Aún no lo sabemos —le dijo El inspector Smith, recién llegado a la ciudad y al departamento de homicidios—. No llevaba cartera encima. Probablemente fuera un ejecutivo que se había perdido y estaba esperando un taxi y alguien le atacó para robarle la cartera y el dinero. En este barrio es lo más probable.
—Lo dudo —respondió Mike sin mirarlo pues estaba pendiente de la pantalla de su Smartphone buscando a alguien en su agenda—. Si en este barrio le hubieran robado no le habrían dejado ese peluco Cartier de oro y brillantes que lleva y que vale más de lo que tú y yo ganaremos en nuestra puta vida. Ni tampoco ese iPhone que asoma en el bolsillo de su americana —y levantó la mano pidiendo perdón pues al otro lado del teléfono su interlocutor le estaba respondiendo y se giró contra la pared.
La intendente Brown y el inspector Smith intercambiaron miradas y ambos se encogieron de hombros mientras escuchaban como Mike hablaba con quien fuera que tuviera al otro lado de la línea telefónica. Mientras esto ocurría los investigadores de la escena del crimen, embutidos todos ellos en unos monos de papel blanco pasaban bajo la cinta amarilla y negra llevándose consigo las muestras y las fotografías que habían tomado in situ en el lugar de los hechos.
—¿Qué tal estás viejo Barry? —Gritaba Mike al aparato aparentemente ajeno a lo que ocurría a escasos metros a su espalda—. Quería hacerte una pregunta a ti que lo sabes todo de la recogida de basuras. Estoy en una calle muerta entre Nixon y La Continental, ¿Quién se encarga de esta calle?
—Ya sé dónde estás viejo zorro —le comentó el viejo Barry al otro lado. Cuando Mike empezó en esto el viejo Barry ya era viejo y han transcurrido más de treinta años. Nadie sabe muy bien qué edad tiene pero las malas lenguas dicen que es inmortal por algún rito vudú de su tierra natal, pero esto, por supuesto, no son más que habladurías— Esa zona la hace ahora Drew que es quien se encarga de la zona de Jason que ha cogido la baja por paternidad.
—¿Qué me dices, Jason el Gordo ha sido padre? Me alegro por él, le haré llegar una canastilla a su casa.
—Sí, de gemelos.
—¿Y Drew que tal es? No le conozco creo. ¿Es un tipo puntual?
—No, no es un tipo puntual. Drew es una chica, y sí, es extremadamente puntual. Lleva tres meses seguidos siendo la empleada del mes, cosa que nunca había ocurrido en la empresa. Y ese callejón lo hizo a las dos en punto.
—Gracias viejo, me tienes que presentar a Drew. ¿Quién la acompaña?
—Los hermanos García.
—Gracias por la información Barry, te debo una —y colgó guardando el teléfono de nuevo en su bolsillo, miró la hora en su reloj de pulsera antes de girarse al forense que aún no había abandonado el lugar— ¿Sabemos ya la hora de la muerte?
—Es pronto para eso Mike —dijo el interpelado— pero por el Rigor Mortis que presenta debe de llevar muerto no menos de cinco horas, por lo que la hora de la muerte tuvo que ser la media noche más o menos.
Mike asintió con la cabeza y se acercó a la zona acordonada por la cinta amarilla y negra mientras miraba como se alejaban la policía científica. Los detestaba tanto como a los chupatintas con corbata que se encargaban de perseguir delitos financieros, tanto unos como otros tenían chapa, como a él le gustaba referirse a la placa, pero no los consideraba policías. Una vez estuvo al otro lado de la cinta se acercó a su amiga y superior Sally y le plantó dos besos uno en cada mejilla.
—¿Qué te has hecho? Te ves especialmente guapa hoy.
—Mira que eres pelota Mike —este arrojó la colilla al suelo y la pisó con el pie— ¿Qué te tengo dicho de que no tires las colillas en la escena del crimen?
—Vale ya. Además los monos de feria ya se han ido a su laboratorio a hacer que juegan a ser policías mientras los polis de verdad nos dedicamos a resolver este caso. Y por cierto, lamento decirte que esta no es la escena del crimen.
—¿Qué quieres decir? — le preguntó el inspector Smith.
—Dice el forense que el asesinato fue en torno a la media noche, pero me han dicho fuentes muy fidedignas que el camión de la basura recogió esos contenedores —dijo señalando a estos con el pulgar sobre su hombro izquierdo mientras se agachaba ante el cuerpo— a las dos en punto por lo que el cuerpo lo tuvieron que dejar después de esa hora. Esto no es la escena del crimen, tan solo el lugar donde nos lo han presentado, además apesta a escenario preparado.
—¿Por qué? —le preguntó ahora Sally.
—Este hombre es diestro, como indica las marcas de nicotina entre sus dedos y en cambio la corbata esta anudada por una persona zurda…
—Eso no quiere decir nada —le interrumpió su amiga y superior— yo misma he anudado tu corbata en más de una ocasión, hay mucha gente que no sabe hacer el nudo a una corbata y alguien se lo hace.
Touché mi reina de ébano —prosiguió él mientras cogía un guante de nitrilo del bolsillo de su americana sin ponérselo pero cogiéndolo como si de una pinza se tratara— pero si me hubieras dejado continuar antes de interrumpirme, te habría dicho que también los zapatos están anudados por un zurdo, y a un hombre de esta edad no creo que se los tengan que atar.
Le desabrochó la americana al finado usando el guante para no tocarlo directamente y al abrirla le sorprendió un pequeño objeto que sobresalía del bolsillo de la camisa. Lo cogió y se puso en pie como si tuviera un resorte mientras gritaba «¡No puede ser! Es imposible. ¡No puede ser joder!».
—¿Qué pasa Mike? —le preguntó Sally.
Este le mostró el objeto que tenía entre sus dedos y que acababa de sacar del bolsillo del cadáver que descansaba en el suelo en una postura demasiado artificial para tratarse de una muerte por asesinato. Se trataba de un naipe, el reverso del mismo era azul y negro con la firma del fabricante Fournier. Por el otro lado se podía ver el As de corazones con una firma que él conocía demasiado bien. “Black Jack” rezaba con una pulcra caligrafía escrita a mano.
—¿Esto es obra de Black Jack? —preguntó Sally.
—¿Quién es Black Jack? — hizo lo propio el inspector Smith.
—Black Jack está muerto —dijo Mike negando con la cabeza.
—No es seguro nunca se encontró el cuerpo —aseveró Sally.
—¿Quién es Black Jack? —volvió a preguntar el inspector Smith.
—Está muerto. Está muerto, Está muerto —balbuceaba Mike como un niño asustado.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —insistió Sally.
—¿Pero quién es Black Jack? —gritaba el inspector Smith tratando de que alguien le respondiera.
—¡Está muerto y punto! —gritó cabreado Mike mientras hacía un ademán de salir corriendo de allí.
—¡¿Pero quién coño es Black Jack?!

Por hoy es todo, "Black Jack continuará en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

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