Buenas noches desde el rincón en el que escribo.
A todos aquellos que me siguen por Facebook ya lo saben, pero para los que tan solo pueden seguirme por aquí os lo diré también. Es una noticia importante. Amonathep tendrá segunda parte. Así, sin más, a palo seco y sin anestesia. Pero para eso aún falta, primero tiene que llegar "Entremés", que por cierto cuenta con los mismos protagonistas, Sergio, Alea y Víctor, y alguno más, como la protagonista de la que será mi segunda novela Bea. Seguid atentos pues en breve tendréis el próximo a vuestra disposición. Mientras eso ocurre quiero compartir un relato con vosotros, un relato inédito, de momento y de corte fantástico. Lleva por título "La guarida" y dice así:
Stella,
la arquera elfa tenía su arco tenso y con la flecha preparada oculta
entre unos matorrales. Drum, el enorme orco aguardaba junto a la
entrada de la gruta maza en mano y junto a él el apuesto Alex, un
guerrero venido del norte con su espada bastarda en su mano hábil y
la rodela en el brazo menos útil. Tras ella el diminuto mago enano
Havok, preparando su grimorio de conjuros y Anne, la humana, a la que
no sabe si catalogar como sacerdotisa, embaucadora o bruja invocando
a una divinidad a la que no conoce. También está con ellos el gnomo
Puck, escondido entre las sombras para poder asestar una buena
puñalada a su adversario. Es cierto que superan en número a su
adversario, pero no en fuerzas pues su rival es el ser más peligroso
que jamás existió.
Se
encontraban en las inmediaciones de la gruta que era la guarida de
quien tenía atemorizada a la población de medio mundo y se había
autoproclamado rey, no era otro que el gigante Tom. Medía más de
quince metros de alto, incluso Drum no era más que un mosquito para
él. Pero no solo aterraba por eso, era hechicero, elementalista y
nigromante. Luchar contra él era enfrentarse a los elementos y a los
muertos, y su montura causaba tanto caos y destrucción como el mismo
o tal vez incluso más. Es lo que suele ocurrir cuando alguien monta
en la grupa de un dragón dorado. Era imbatible por tierra, mar y
aire. Eran muchos los aventureros y ejércitos los que se habían
medido a él y el resultado había sido nefasto. Ciudades
aniquiladas, pueblos enteros desolados, millares de cadáveres y no
menos tierras yermas como consecuencia del fuego y la destrucción.
Ellos
se encontraban allí para intentar acabar con ambos, con el gigante y
con el dragón, no es que esperaran que ellos triunfaran donde el
resto de la humanidad habían fracasado porque fueran mejores que el
resto o porque tuvieran algún arma revolucionaria que el resto
desconocía, ni tan siquiera por que pensaran que su plan era mejor
que los planes anteriores, simplemente estaban allí porque eran los
últimos que podían hacerle frente, para bien o para mal eran los
únicos que quedaban para poder acabar con él.
No
han podido acabar de prepararlo todo cuando notan el pútrido aliento
del dragón seguido de un fuerte olor a azufre, como si estuviera
acercándose el mismísimo demonio del infierno en el que vivía. Una
llamarada es lo primero que pueden ver que llena la entrada de la
cueva de hollín, ceniza y ascuas y acto seguido quien aparece es la
dorada cabeza reptiloforme del inmenso dragón. Stella no lo duda y
deja volar su flecha y antes de que esta impacte ya tiene el arco
tenso y una nueva saeta preparada. Su lanzamiento tiene éxito e
impacta justo donde quería, el ojo de la criatura. Drum es testigo
de primer orden de este impacto pues al globo ocular estalla a
escasos centímetro de él y su ropa se mancha con ella y con sangre.
No duda un instante de golpearle con su maza impactándole en el
mismo lugar que la flecha. En el lado opuesto de la cara quien le
asesta una buena estocada en el otro ojo es Alex. Sus ataques son
infructuosos pues no consiguen más que abra su boca para que lance
una nueva bocanada de fuego pero antes de que esta salga una veloz
flecha surca el cielo clavándose en el interior de la garganta del
poderoso reptil.
Y
en ese momento una enorme bola de fuego sale volando en dirección al
dragón de las manos del pequeño mago enano. Saben que no es
suficiente para acabar con él pero si les deja tiempo para poder
preparar el ataque contra el gigante. Saben que no tardará en salir,
notan sus pasos por como tiembla el suelo como si se tratase de
pequeños seísmos. No tarda en aparecer por gruta y lo hace
propinándole un puntapié al orco que sale volando por los aires
aterrizando varios metros por detrás de donde se encuentra la elfa.
El ruido a huesos rotos que se escucha con el impacto habría servido
para acabar con la vida de cualquiera, pero no con Drum que tras el
impacto se levantó agarrándose la cabeza y tras arrancar una rama
para poderla utilizar como garrote se incorporó a la pelea.
Todos
sabían que debían de hacer, acercarse, golpear, huir, acercarse,
golpear y huir. Esa era la única táctica que podían usar y aun así
se llevaron más golpes de los que esperaban, contusiones, golpes,
arañazos, cortes y contusiones. Pero aún no habían perdido la vida
pues parecía que el gigante quisiera cebarse con ellos, hacerlos
sufrir, torturarlos. Y si no hubiera sido por un hecho casual lo
habría conseguido, pero cuando todo hacía pensar que él ganaría
una vez más pero de repente su montura, el dragón dorado que había
resultado herido nada más empezar el combate y que se había elevado
volando muy arriba se desplomó como consecuencias de las heridas y
lo hizo directamente sobre el gigante. La colisión fue mortal para
ambos.
Los
valerosos luchadores, malheridos, se agruparon para celebrar su
triunfo pero antes siquiera de poder disfrutarlo escucharon pasos que
surgían de la gruta. Eso quería decir que había más enemigos pues
aquello era la guarida de los malos. Una figura bajita y algo
encorvada se presentó ante ellos vestido con una túnica con capucha
que cubría su cabeza. No era necesario leer las auras para darse
cuenta que aquel personaje destilaba maldad por los cuatro costados.
Se paró justo bajo el arco natural que formaban las rocas sobre su
cabeza, tan solo un metro por detrás de los cadáveres del gigante y
del dragón, sacó sus manos de las mangas (pues había metido la
mano izquierda en la manga derecha y la derecha en la izquierda
caminando con ellas cruzadas hasta ese momento) y separó un poco sus
piernas. Cuando pudieron contemplar sus manos se dieron cuenta que no
eran unas manos humanas pues parecían más garras, con unas uñas
largas y negras, una mata de pelo oscura y recia que las cubría y de
falanges largas y delgadas. Echó la capucha que ocultaba su rostro
para atrás y entonces todos se aterraron.
Aquel
ser que tenían delante tenía cabeza similar a un dragón, llena de
escamas y con unos cuernos de tamaño considerable, un hilo de humo
negro brotaba de sus orificios nasales y unos afilados colmillos
asomaban a su boca. Si no estaban errados aquel ser no podía estar
vivo, pues tan solo era un ser mitológico, fruto de la cultura
popular, una leyenda urbana o en el peor de los casos, un antepasado
que hacía siglos debía estar extinguido. A quién tenían delante
era un Dracorato, un ser mitad dragón, mitad rata, de aspecto
humanoide y de una maldad que escapaba de todo entendimiento. Eran
los creadores de la magia negra, de los dragones y de todos los seres
mitológicos conocidos.
—Sed
todos bienvenidos a mi humilde morada. Veo que han sido los únicos
que se han enfrentado y han vencido a mis sirvientes, eso demuestra
que son hábiles e inteligentes además de grandes guerreros. Pasen,
quiero negociar con ustedes —les dijo, su voz sonaba fuerte y
atronadora, como si saliera de algún lugar desconocido y profundo,
tal vez del mismísimo averno.
La
respuesta que le dieron fue atacarle con más ahínco del que
hicieron con el gigante, pues no es que ese ser fuera maligno, es que
era el mal en estado puro. Él movió rápidamente sus manos y una
esfera le rodeó por lo que los ataques que contra él vertían
resultaron infructuosos. Dentro de la esfera en la que se encontraba
volvió a agitar sus manos, en esta ocasión lo que hizo fue
chasquear sus dedos y todos los presentes fueron lanzados cientos o
tal vez miles de metros hacia atrás. El impacto no los mató pero
les hizo que perdieran la memoria, tardarían mucho en volver a
recobrarla y cuando eso ocurriera él ya tendría un nuevo títere
con el que atemorizar a la población. Quitó la esfera de su
alrededor y se sacudió la ropa, volvió a colocarse la capucha y en
ese momento notó un punzada de dolor en su corazón. Abrió la boca
buscando el aire que le faltaba en los pulmones y una bocanada de
sangre surgió de entre sus dientes. Se giró casi sin fuerzas y pudo
ver como el gnomo Puck sostenía un ensangrentado puñal. No había
caído en su presencia y le había apuñalado el corazón. El ser más
pequeño e insignificante que existía había acabado con la vida del
último creador de la vida. Echó mano de su corazón y cayó muerto
al suelo, justo al lado del gigante y el dragón.
Por ahora nada más, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.