viernes, 30 de agosto de 2019

Black Jack (V)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Continuamos con el relato por entregas de "Black Jack" hoy la quinta entrega, empezamos.

—Me juego el sueldo del mes a que se trata Kelly Anderson —dijo Mike llegando al lugar donde estaba el cuerpo en el suelo aunque aún no lo había visto.
—¿Es que sabes algo que el resto de mortales desconocemos? —le preguntó el inspector Smith.
—Tan solo he hecho los deberes después de leer los informes de la autopsia y el laboratorio novato —respondió negando con la cabeza.
—Pero, ¿cómo puedes estar tan seguro de eso si ni siquiera has visto el cuerpo? —le preguntó ahora la intendente Brown. Aparentemente puede tratarse de una prostituta, así va vestida al menos.
—Nah, es un escenario preparado otra vez.
Mike pasó bajo la cinta amarilla y contempló por primera vez el cuerpo de la joven que yacía en el asfalto. Era cierto lo que le había dicho Sally, parecía una prostituta a la que hubieran robado y matado. Estaba vestida con un ceñido vestido de lentejuelas doradas con la falda del mismo muy corta, a mitad de muslo, y un pronunciado escote por el que asomaba uno de los senos, tenía las bragas en los tobillos y unos aparatosos zapatos de tacón, el bolso abierto junto al cuerpo y diseminado sobre el asfalto el contenido de este salvo la billetera. El naipe con el dos de corazones estaba en el otro tirante del vestido medio oculto para que no se viera a simple vista.
—¿Por qué dices que es un escenario preparado Mike? —preguntó el inspector Smith encogiéndose de hombros— A mí me resulta muy creíble.
—Porque eso es lo que quiere hacernos creer, pero mirad esos tacones imposibles que lleva, no están usados, si fuera una prostituta a la que han robado, violado y matado seguramente esos zapatos tendrían alguna marca de haber caminado con ellos, aunque presupongamos que la chica acababa de empezar el turno y viviera en el edificio más cercano, alguna marca de uso tendría y están nuevos a estrenar, además le van un poco grandes, ni siquiera son de su número. Si hubiera andado con ellos seguramente se habría abierto la cabeza contra el suelo.
—Tal vez fue lo que pasó —razonó Smith— hasta que no tengamos los resultados de la autopsia no lo sabremos seguro Mike.
—Si se hubiera abierto la cabeza contra el suelo el asfalto estaría llena de materia encefálica y no lo está, ni tiene ningún traumatismo visible a simple vista. Lo cual querría decir que si se mató por usar esos tacones no fue aquí y por tanto es un escenario preparado de igual manera.
—No se ha partido la cabeza, eso seguro —dijo el forense que estaba acuclillado junto al cuerpo sin vida—. Y sin hacer la autopsia es difícil saberlo, pero yo diría que la causa de la muerte probablemente sean dos disparos cerca del corazón como el primer cuerpo.
Mike se agachó junto a él y cogió el naipe que asomaba por el escote con un guante pero sin ponérselo y lo guardó en una bolsa hermética de plástico transparente. Al coger este se dio cuenta que había un vendaje en el otro pecho, probablemente también le hubieran disparado y cauterizado la herida como en el caso anterior. Ya que estaba allí contempló todos los objetos que supuestamente habían contenido el bolso y que estaban desparramados por el suelo. Si lo habían preparado todo como un robo, ¿qué hacían unos gemelos de oro en el suelo? Se preguntó a sí mismo. Cogió uno de ellos y lo miró con detenimiento. Era media esfera de oro con una pequeña cadenita también del noble metal y una barra para poder cerrarlo. En la parte de la media esfera había unas iniciales, una N y una L mayúsculas. Lo guardó en otra bolsita y cogió el otro que estaba en el suelo. Pese a que era idéntico al anterior las iniciales no coincidían, este tenía una A y una L mayúsculas. ¿Pertenecerían a dos personas diferentes? Lo guardó junto al otro y se puso en pie, contemplando el lugar con detalle.
Era una calle poco transitada, probablemente durante el día aún fuera usada por algún vecino que aparcara cerca y quisiera recortar de camino a casa, pero de noche dudaba mucho que la utilizara alguien, estaba mal iluminada, era una calle estrecha y con cubos de basura, un lugar perfecto para cometer un delito si algún incauto se adentraba en ella sin el cuidado necesario. O el lugar perfecto para la puesta en escena. Tan solo la cercanía al museo hacía de esa calle algo destacable. De repente cayó en la cuenta de los cubos de basura, se acercó a ellos y los abrió, estaban vacíos, lo cual quería decir que el camión de recogida debía de haber pasado poco antes de que se encontrase el cuerpo.
—¿Quién encontró el cuerpo? —preguntó Mike sin girarse a sus compañeros.
—Dave, de la seguridad privada del museo —le contestó Sally mientras anotaba algo en su libreta— creo que le conoces. Salió a fumar un cigarrillo y le pareció ver algo en el suelo y se acercó, pero no ha tocado nada. ¿Por qué lo preguntas?
—Dudo que Dave tenga cojones de acercarse a un cadáver, mucho menos tocar nada de un muerto —dijo Mike echando mano de su teléfono móvil— todo lo que tiene de grande lo tiene de bueno, y mira que es grande el cabrón.
Le contestaron al otro lado y mantuvo una conversación intrascendente al principio con el viejo Barry. Mientras hablaba con él observaba a Sally, parecía mentira que tan solo una hora antes estaba con ella en la cama, y ahora estaban los dos investigando un asesinato. Se había puesto la americana sobre la blusa pero para un observador como él le resultaba evidente que no llevaba puesto el sujetador. Tras más de dos minutos de nimiedades Mike lanzó la pregunta al viejo Barry por la que lo había llamado.
—Viejo, tengo que preguntarte algo, tengo un fiambre en una callejuela detrás del museo de arte moderno, el caso es que los cubos están limpios y quería saber quién hace esta ruta y a qué hora lo hizo por si han visto algo.
—Eso es zona de Drew y los hermanos García. Deben de haber pasado por ahí a media noche más o menos, ¿por?
—Solo por saber si han visto algo, gracias Viejo —mientras colgaba negaba con la cabeza— otra vez Drew y los García, me temo que esto no es casualidad. ¿A qué hora se encontró el cuerpo? —Preguntó ahora girándose hacia el resto de policías allí presentes.
—La llamada se hizo a las doce y media, y tardamos cinco minutos en llegar o menos, pues estábamos cerca —dijo uno de los agentes de uniforme que se encontraban allí y que habían estado tomando declaración a los testigos y curiosos y luego echándolos del lugar para que la policía científica pudiera hacer su trabajo.
—Mike —dijo Sally que se había agachado cerca del cuerpo y sostenía un anillo de oro, en realidad un sello con las iniciales M y B que no habían visto antes pues estaba bajo el cuerpo de la chica— ¿Las iniciales M y B te dicen algo?
—Sí, el reloj que tenía el primer cadáver pertenecía a Miroslav Basielivic, probablemente sean suyas, ¿por?
Sally le mostró la alianza y él la tomó con sumo cuidado de no dejar sus huellas sobre este. En cuanto lo vio Mike fue hasta su coche que estaba cruzado en mitad de la calle cercana con la puerta abierta y la sirena portátil sobre el techo y abrió la guantera, de ella extrajo una carpeta color Kraft y revisó unos papeles que contenía.
—¡Mierda! —exclamó golpeando con el puño el volante de su adorado Mustang.
—¿Qué pasa? —preguntaron al alimón Sally, el forense y el inspector Smith.
—Miroslav Basielivic tiene licencia de armas y tiene a su nombre un revolver del 38, un Smith & Wesson.
—¿Y qué tiene eso que ver? —preguntó el inspector Smith que no entendía que quería decir Mike.
—Pues que esta tarde he ido a buscarlo a su casa y no estaba, y los dos muertos han sido asesinados con ese calibre.
—Este aun no lo sabemos seguro —dijo Sally y al ver que el forense asentía dijo— pero es lo más probable —y tras decirlo cogió su teléfono y marcó un número—. Necesito una orden de registro y otra de arresto para Miroslav Basielivic.

Por hoy es todo, "Black Jack" continúa en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

viernes, 23 de agosto de 2019

Black Jack (IV)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Continuamos la historia que teníamos entre manos. Aquí continúa Black Jack.

Mike no dejaba de mirar aquellos senos que botaban delante de su cara, aferrándose con firmeza a aquellas nalgas bien torneadas. Los pezones oscuros, del color y tamaño de los granos de café señoreaban en unas areolas igual de oscuras y bastante grandes, apuntándole a él como el causante de que estuvieran así. La mujer que cabalgaba sobre él tenía las manos sobre los hombros de Mike mientras no paraba de gemir y de moverse incrementando cada vez un poco más el ritmo y la velocidad de su actividad. Sus pies, permanecían enganchados a sus rodillas, atenazando a Mike bajo su cuerpo oscuro y hermoso.
Justo cuando sus movimientos eran más rápidos y él se movía también acompasando sus movimientos, ella se detuvo y arqueó su espalda unos segundos mientras gritaba disfrutando del orgasmo que acababa de tener. Tres segundos después volvió a moverse más lentamente mientras dejaba caer su cuerpo sobre el de Mike y le daba un apasionado beso y acto seguido le susurró en el oído, «Vamos Mike, córrete también tú, inúndame con tu placer y dame esa rica y amarga leche que tanto me gusta» y le gimió en un susurro junto a su oreja.
Pero Mike estaba lejos de eyacular, quería continuar disfrutando de aquel cuerpo que tanto le excitaba y empezó a moverse con más fuerza y más rabia. Aferrándose a aquel culo que sostenía entre sus manos con más pasión si cabe. Y ella no le quedó más remedio que volver a moverse y gemir, incrementando el volumen y la intensidad de estos.
—¡Joder Mike, Córrete ya de una puta vez! —le gritó pero él lejos de hacer caso aceleró el movimiento de su pelvis.
Intentó zafarse levantándose de golpe pero él se dio cuenta y se lo impidió haciendo un rápido movimiento en el que quedó él encima. Tenía sus ojos cerrados y sus movimientos eran rápidos, como espasmódicos, parecía que estuviera poseso. Ella volvió a gemir. También tenía sus ojos cerrados y las uñas clavadas en la espalda de su amante, las piernas cruzadas en torno a las de él.
Los gemidos de ella en el oído de él solo servían para excitarlo más y que sus movimientos fueran más rápidos. Colocó las piernas de ella sobre sus hombros, por lo que pudo ver la pulsera tribal que ella llevaba en su tobillo derecho, y siguió penetrándola con celeridad. Ella gritó de placer, pues acababa de alcanzar su segundo orgasmo de la noche. Pero a él no pareció importarle y seguía con sus movimientos.
Finamente, él salió del interior cálido de la vagina de ella y eyaculó sobre su vello púbico, que aunque estaba bien cuidado, tenía una mata de pelo considerable. Y entonces se dejó caer en la cama junto a ella. Los dedos de la mano derecha de ella se enredaron en el pelo del pecho de él mientras sus labios buscaban la oreja para poder besarla. Pero él no se dejó tocar, cogió el paquete de cigarrillos arrugado de sobre la mesita de noche y salió al balcón a fumar. Ella se lo quedó mirando con los dos hombros apoyados sobre el colchón, estirada, aún con el semen de él sobre su pubis.
Ella tenía cuarenta y tres años y era tremendamente sexy, tenía unas curvas de infarto y una piel oscura que resultaba muy exótica, una larga melena rizada y oscura aunque perlada de blanco por algunas canas que ella no trataba de disimular. Mike en cambio tenía cincuenta y seis y seguía manteniendo el aspecto de malote que tanto gusta a las chicas jóvenes.
Sally se puso en pie y cogió su blusa que descansaba en el suelo junto al resto de su ropa, salvo el sostén que estaba en el cabecero de la cama. Se abotono solo un botón y salió al balcón en el que se encontraba Mike.
—¿Qué te pasa? —le pregunto nada más salir mientras le acariciaba la espalda— hoy has estado muy poco besucón.
—Recuerdo a la perfección las palabras que dijiste hace casi veinte años cuando empezamos con estos escarceos, «Nada de anillos ni compromisos, tu casa tus reglas, la mía mis reglas», no sé a qué viene eso de que te bese.
—A mí no tonto, pero normalmente a mis gemelas —dijo esta palabra señalando sus senos— no hay manera de que dejes de besarlas y hoy no les has hecho ni caso.
—Sally, tienes unas tetas preciosas, probablemente las mejores de la ciudad, pero hoy solo quería descargar, tenía la cabeza en otras cosas.
—Sí, ya me he dado cuenta—dijo besándole en el cuello—, pero no te preocupes, yo si he venido besucona hoy — ahora besaba su pecho y pezón— y ¿sabes una cosa?, que hoy no me voy a ir de tu casa hasta que no te saque a Black Jack de la cabeza —se acuclilló y tras tomar el pene de él entre sus manos y darle un beso en la punta del glande.
—¿De verdad crees que haciéndome una mamada en mi balcón vas a conseguir que deje de pensar en ese cabrón? —dijo mientras ella asentía con la cabeza mientras le practicaba una felación sin dejar de mirarle a los ojos— ¡Pues has acertado!
El sexo de él no tardó mucho en ponerse duro entre los labios, dientes, saliva y lengua de ella. Cuando esto pasó lo colocó entre sus senos, sin sacarse la blusa, y apretó estas y empezó a moverlos arriba y abajo masturbándolo con sus pechos y cada vez que el glande asomaba por encima de estos ella le plantaba un beso. Mike no podía sacar los ojos de los pezones que se le marcaban como dos pilotos acusadores de la excitación que estaba sufriendo.
Sally se puso en pie y sin dejar de masturbarlo suavemente con su mano derecha le besó en los labios. Luego en un susurro le dijo al oído, «Y no solo una mamada, hoy todos tus vecinos sabrán nuestras historia» y tras decirlo se giró frotando su trasero ante el sexo inhiesto de él.
Mike tiró el cigarrillo a medio fumar a la calle y se agarró a las caderas de Sally y empezó a penetrarla. Sus manos, lentamente abandonaron las caderas para subir bajo la blusa y depositarlas sobre los senos de ella que apretó con pasión, ella giró un poco su cuello y se fundieron en un apasionado beso mientras los movimientos de él incrementaban en velocidad.
—Mmmmmmmmike, despacio —le espetó ella sin poder remitir un gemido pues aquello le excitaba y mucho— déjame disfrutar del momento.
No tardaron en aparecer mirones en los balcones del edificio de enfrente debido a los gemidos de ambos, pero a ellos no pareció importarle, estaban entregados a su pasión desenfrenada. Pero de repente dejaron a medias lo que estaban haciendo pues sonó el teléfono móvil de Sally y esta entró a la habitación seguida de Mike, «debe de ser de la comisaría, tengo que cogerlo» se excusó ella.
—Intendente Brown, dígame —dijo con el semblante serio y sujetando el teléfono entre el hombro y el cuello mientras cogía las braguitas del suelo y empezaba a ponérselas—. Sí por supuesto, ahora mismo voy hacia allá. Sí, yo aviso al inspector Lamghinni.
Mientras ella colgaba la llamada y se ponía los pantalones no dijo nada, Mike la miraba expectante. Finalmente y al mismo tiempo que ella se abotonaba los pantalones miró a Mike y le dijo:
—Han encontrado otro cuerpo, en la puerta trasera del museo de arte moderno, junto a los cubos de la basura. Una mujer.
—¿Se trata de Black Jack, verdad? —le dijo él.
—Así parece. Nos esperan en la escena del crimen —mientras lo decía se ponía los zapatos.
—Es mejor que cada uno vaya por su lado o seremos la comidilla de la comisaria de por vida.
—Tienes razón —y se despidió de él con un casto beso en la mejilla antes de salir.
Cuando ella se había ido Mike se vistió lentamente y cogió el paquete de tabaco del que tan solo quedaba un cigarrillo. Lo encendió con una cerilla e hizo una bola con el embalaje dejándolo sobre uno de los muchos ceniceros que había diseminados por su casa. Estaba por salir de la casa cuando se dio cuenta de que Sally se había dejado el sujetador sobre el cabecero de la cama pero no lo recogió, ya se lo entregaría en un momento más discreto. Decidió que pararía a comprar tabaco antes de personarse en el lugar del crimen, así le daría tiempo a Sally a llegar antes de él para no levantar sospechas.

Por hoy es todo, Black Jack continúa en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

viernes, 16 de agosto de 2019

Black Jack (III)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Creo que no hace falta mucho para saber que continúa la historia titulada "Black Jack", aquí os dejo la tercera entrega.


—La publicidad, la notoriedad. El asesino quiere que se hable de él. Busca la fama. Me busca a mí.
Tras hablar se puso en pie, se subió el cuello de su americana y salió del local llevándose consigo el vaso con el café, se encendió un cigarrillo antes de salir y empezó a caminar con destino al coche que tenía aparcado relativamente cerca, había aprovechado que la lluvia había dado una pequeña tregua aunque no había desaparecido del todo.
Habían pasado ya varias horas de aquel momento, los primeros rayos de sol empezaban a filtrarse a través de la persiana a medio bajar del despacho de Mike. Al parecer la tormenta había dejado su lugar al sol, aunque fuera por unas horas. La papelera estaba llena de los vasos de papel que la máquina de la comisaría servía con el café y el cenicero lleno de colillas. Y ambos estaban vacíos cuando él llegó tras la conversación en el Starbucks.
Primero se había leído el informe de la autopsia que además de confirmar que el lugar en el que había aparecido el cuerpo no era el lugar en el que lo habían asesinado también hablaba de la causa de la muerte. Esta había sido producida por dos disparos producidos por un revolver del 38, uno de ellos muy cercano al corazón que fue el que le causó la muerte. Luego el asesino se entretuvo en cauterizar la herida, sin extraer las balas, parecía que quería que las encontraran, y la había vendado para evitar que la sangre manchara la ropa con la que fue vestido tras la muerte.
A continuación había comprobado que no había ningún preso que hubiera entrado en prisión poco después de los asesinatos y salido recientemente. Tampoco nadie de los que habían abandonado el país en aquella fecha había vuelto a entrar recientemente, aunque se pudiera ser que hubiera entrado con una falsa identidad, pero dudaba que fuera así.
Luego se había puesto en marcha, había acudido primero a un par de joyerías para recabar información acerca del reloj Cartier que el cadáver llevaba. Y tuvo suerte pues en una de las joyerías a las que entró reconocieron la pieza. Era un reloj que ellos mismos habían vendido, era una pieza exclusiva por lo que su valor era mucho más alto de lo que él había calculado, además le pudieron decir, aunque con cierto reparo, el nombre del comprador. Miroslav Basielivic, un importante empresario de origen croata aunque nacionalizado desde hacía más de una década. No le habían querido dar la dirección pero tampoco le era necesario, había muchas formas de encontrar la dirección de un sujeto y más si eras un policía.
Volvió a comisaría y encendió el ordenador portátil que tenía sobre su escritorio, aunque él detestaba esos chimes eran muy útiles para encontrar a personas, pero antes quería usarlo para otras cosas. Introdujo el nombre del propietario en el buscador policial y este le devolvió algo que desconocía, Miroslav Basielivic tenía antecedentes, y aunque no se había podido probar todo hacía pensar que pudiera tener relación con la mafia de la extinta Yugoslavia.
Tenía una corazonada y se encaminó hasta el laboratorio, quería información sobre el reloj y le dijeron algo que le sorprendió. En el reloj no había ninguna huella del cadáver, lo cual era muy extraño pues si él se lo había puesto tenía que haber al menos alguna huella, pero no era así, tan solo había una en la esfera y no pertenecía a Boris Dankov pero si a otra persona que curiosamente estaba fichada. Kelly Anderson, a la que todos llamaban “La Gata”, una ladrona de guante blanco a la que no se le resistía ni una sola caja fuerte. Se le atribuyen varios robos de cámaras acorazadas pero nunca la habían podido inculpar por ello.
Sacó la desgastada libreta que llevaba siempre en el bolsillo interior de su americana y anotó los nombres de Miroslav y Kelly así como sus direcciones y volvió a guardar esta en su bolsillo. Había otro objeto que le perturbaba y no era precisamente el reloj, más bien el naipe con la firma del asesino. Lo tenía en el cajón de su escritorio, dentro de una bolsa transparente y no podía dejar de mirarlo. Ya había sido analizado en el laboratorio y no tenía huellas como ya esperaba. Pero aquella carta le estaba empezando a obsesionarle, como ya había pasado años atrás. Para él era como un Déjà vu. Cogió la bolsita con su contenido y se la guardó en el bolsillo de la americana y salió del despacho con destino al sótano donde se encontraban los archivos, tras una nueva parada en la máquina del café.
—¿Qué novedades hay en las mazmorras del palacio mi belleza sureña? —le preguntó Mike a Tara, que era la encargada de los archivos. Era una preciosidad texana, muy al estilo de los gustos de por la zona, rubia, de larga melena rizada, ojos azules y carnosos labios y con un voluptuoso cuerpo donde las curvas señoreaban. Además era un auténtico cerebro pues se había licenciado en criminología con una de las mejores notas de siempre, pero la tenían recluida en este lugar porque en su pasado, y para poder pagarse los estudios había posado en un par de ocasiones para la revista del conejito. Lo cual a Mike le indignaba, ¿Qué tenía de malo que una mujer hubiera posado desnuda en la revista playboy? Es como si esto le incapacitara para ser policía— ¿Ya has oído las nuevas de la superficie?
—No, ya sabes que nunca me dejan salir de mi “Dungeons” —le dijo Tara tras darle dos besos— ¿Qué se cuece allá arriba?
Mike le entregó la carpeta con toda la información que tenían hasta el momento del asesinato que había ocurrido. Ella, tras mirar con atención la autopsia y las fotografías que Mike le había entregado dijo:
—Huele a escenario preparado ¿No?
—Yo más bien diría que apesta, sí. Hay algo más —dijo mientras le entregaba la carta firmada que tenía en el bolsillo.
—¿Black Jack?, ¿En serio? —le preguntó ella. Aquel caso había ocurrido mucho antes ni siquiera de que ella naciera, pero Mike y ella se habían hecho tan amigos que habían hablado mucho sobre el mismo.
—Sally cree que se trata del mismo asesino.
—¿Y tú que piensas?
—Black Jack está muerto, debe tratarse de un imitador pero no entiendo por qué tantos años después.
—Entonces, seguramente se tratará de un imitador, entre tú y yo, la intendente Brown no se entera mucho.
—No digas eso, Sally es una magnífica policía, una de las mejores que conozco. Además te diré que si dependiera de ella estarías en las calles y no malgastando tu talento aquí.
—Lo sé y se lo agradezco, pero la verdad, si no fuera por ti y por ese sexto sentido que tienes no habría sido capaz de solucionar muchos casos. Pero dime, ¿qué puedo hacer por ti? Sabes que tu presencia siempre es grata pero no creo que hayas venido solo para eso.
—Así es, necesito que me hagas dos favores. El primero, necesito que me dejes acceder al archivo, quiero echarle un ojo a toda la información que tenemos sobre el primer Black Jack, Aunque recuerdo el caso como si fuera ayer nunca está de más volver a mirarlo por si se me escapó algo en su día.
—Claro Mike, sabes que te debo varios favores y no creo que nadie eche nada de lo que hay aquí dentro de menos —era cierto, Mike había sido el único que no la había menospreciado ni por su pasado ni por ser mujer y si podía trabajar en la policía, aunque fuera en los archivos, era gracias a él en buena parte. Además, siempre le venía con algún caso a medio resolver para que se sintiera parte activa de la comisaría. También le tenía cariño, habría hecho cualquier cosa que le hubiera pedido— ¿Y cuál es el segundo favor que quieres que te haga?
—Tengo la dirección de dos sospechosos, pero no me gustaría ir a visitarlos solos, ¿qué te parece si me acompañas y de paso ves la luz del sol?
—¿De verdad puedo? —cuando él asintió ella se abrazó de él y se colgó de su cuello. Pese a que no era una mujer baja a su lado parecía poco más que una niña—. ¿Y cuándo vamos?
—Primero déjame que eche un vistazo al primer caso y luego vamos a la calle, por cierto, ¿me podrías traer un café solo sin azúcar?
Ella se marchó a traerle el café mientras él se introducía en el mar de estanterías y archivadores que tenía delante. Aquel lugar era como un apartamento de tamaño grande, tenía más de cien metros cuadrados y estaba lleno de estanterías salvo un par de estancias que una era un sala de lectura y la otra era una biblioteca digital en la que se podía consultar casi todo el material en formato digital, pero él seguía siendo un amante del papel.
En el fondo había una estantería que ocupaba todo el muro de carga del edificio. Unas puertas acristalabas cerraba la misma y en ella se encontraban los casos cerrados del pasado. No tardó mucho en encontrar la caja en la que ponía Black Jack. Abrió la puerta de cristal y extrajo la caja, sopló para eliminar el polvo acumulado sobre la tapa y la abrió, Dentro estaba todo el material que tenían del caso anterior, una carpeta marrón con las fotografías de las escenas y los cadáveres, las autopsias de los mismos y la posible identidad del asesino. Y sobre todo, los naipes firmados. Estos eran de tréboles pero tenían el mismo reverso y la misma firma. Los cogió guardándolos en su americana y también cogió la lista con los nombres tachados, sacó la carpeta de la caja para llevársela también consigo y colocó la caja en su lugar, Justo cuando lo hacía Tara venía con el café.
Estuvieron conversando algunos minutos más mientras él apuraba el café y luego salieron para ir a buscar a Miroslav Basielivic y a Kelly Anderson, pero no encontraron a ninguno en su domicilio, cosa que tampoco sorprendió a Mike pues no esperaba encontrarlos. Volvieron a comisaría y Mike se despidió de Tara con dos besos y mientras la observaba alejarse de camino al ascensor se encendió un cigarrillo, pese a la prohibición de poder fumar en el interior del edificio, mientras pensaba que no le extrañaba que aquella chica hubiera posado para la famosa publicación, pues era preciosa, era la típica chica que aparecía en ellas, rubia, de rostro angelical y cuerpo curvilíneo de grandes senos y cintura estrecha. Se hubiera quedado contemplándola todo el día, pero no por su físico, la admiraba como persona y así se lo había hecho saber más de una vez. Pero tenía cosas que hacer.
Se encaminó hasta donde se encontraba Martin, un viajo amigo que también era policía y que era un experto en caligrafía, necesitaba saber si la firma de los naipes eran los mismos. Y le confirmó que era así. El As de tréboles y el de corazones tenían la misma firma, echa por la misma mano y con el mismo utensilio, probablemente una estilográfica de tinta negra.
Volvió a su despacho y allí le esperaba la intendente Brown con un bol de pollo de estilo Kentucky.
—Sabía que te encontraría aquí —le espetó en cuanto lo vio.
—Nunca una visión me causó tanta alegría.
—Sabes que aquí dentro no se puede fumar ¿no? —dijo señalando al cenicero lleno de colillas.
—A la mierda con las normas Sally, sabes que soy un rebelde sin causa, pero soy el mejor policía que tienes, por eso no me sancionaras.
—Tienes razón. Por cierto, ¿cuánto tiempo llevas sin dormir? Se supone que tu turno es el de noche e imagino, porque te conozco, que no habrás dormido. Y apuesto una mano a que tampoco has comido nada.
—Me conoces muy bien, no he dormido nada y tampoco he comido nada.
—Pues así no te quiero, ten, come —le dijo acercándole el bol para que comiera, él tomó un trozo y se lo llevó a la boca— en cuanto acabemos de comer —ella tomó otra porción y la mordió— nos vamos a tu casa, los dos— y le guiñó un ojo.

Por hoy es todo, Black Jack continúa en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

viernes, 9 de agosto de 2019

Black Jack (II)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Como ya sabéis estos días tenemos una historia por entregas, así continua Black Jack.


Black Jack es la única mancha en el expediente de Mike —Explicaba la intendente Sally Brown mientras tomaban un café en el Starbucks de la calle Imperial, el más cercano al lugar dónde había aparecido el cadáver.
Habían permanecido allí hasta que llegó el juez y autorizó el levantamiento del mismo. Tras permanecer allí unos minutos para poder recoger algún tipo de indicio que hubiera podido pasar desapercibido a los de la Policía científica, como así había sido, Mike recogió una colilla que se había quedado pegada a la suela de los zapatos del finado y un pequeño cabello moreno que tal vez no tuviera nada que ver pero que él no quería descartar, decidieron ir a la comisaría pero tuvieron que parar en el establecimiento en el que entraron pues una copiosa lluvia había empezado a caer.
Por horario, la cafetería debía de estar cerrada al público, pero por suerte para ellos el dueño se encontraba dentro limpiando y este era amigo de Mike y no solo les dejó pasar para guarecerse de la lluvia, también les invitó a café y, lo que era más importante para Mike, les dejó fumar en el interior pese a la ley que lo prohibía expresamente. Aunque el único que fumaba era él.
—Mike sacó la mejor nota en la academia —prosiguió Sally— no solo de su promoción, aún hoy sigue siendo la mejor nota de siempre. Todos los cuerpos del país estaban pendientes de él. Los Marshalls, la CIA, el FBI, la NSA, la DEA e incluso el Servicio Secreto, todos pendientes de él pues podía elegir el destino que quisiera.
—¿Y pudiendo elegir decidió este tugurio? —preguntó el inspector Smith al escuchar aquello, Sally fue a responderle pero lo hizo antes Mike de muy malas maneras.
—No sé lo que será este lugar para un pijito como tú, tal vez este destino sea un castigo o una letrina, pero para mí, estas calles, estas personas, son mis vecinos y amigos. Esto es mi casa, siempre lo ha sido. Yo decidí meterme a policía para proteger a mi pueblo de los delincuentes. Y sí, era bueno, el mejor, pero eso no quita que deba de privar a mis vecinos de ese talento.
—Tranquilo Mike —dijo levantando una mano Sally— John no ha querido ofenderte, simplemente se ha sorprendido que teniendo a todos detrás de ti hayas decidido el departamento de homicidios de esta ciudad, eso es todo, ¿verdad? —la pregunta la hizo girándose al inspector Smith y cuando este asintió Sally continuó—. Como te decía, una vez se graduó con honores en la academia decidió que era en esta comisaría y en este departamento en el que quería dedicar su talento. Y no tardó en convertirse en el inspector estrella. Se hizo cargo de algunos casos difíciles y los resolvió con éxito. Por un tiempo los asesinos dejaron de elegir esta ciudad para matar,
»Entonces llegó Black Jack. Para mucha gente era un vengador, pues se cargó a cinco delincuentes dejando como seña el naipe firmado. Cinco delincuentes a los que la justicia había dejado libres pese a que todos en la ciudad sabían o creían que eran culpables. Pero delincuentes o no aquel hombre era un asesino, y uno muy escurridizo. Hizo que Mike tuviera que dar lo mejor de él y finalmente entre él y su compañero, Harvey Lincoln lo acorralaron en el puente de la Avenida Libertad y se produjo una persecución que acabó con el cuerpo de Black Jack y de Harvey cayendo al rio.
—Entonces, Acabaron con Black Jack, no entiendo por qué dices que es la única mancha del expediente de Mike —dijo el inspector Smith sin comprender realmente porque le decían eso.
—Nunca encontraron los cuerpos, ni de Black Jack ni de Harvey Lincoln. Ni siquiera estamos seguros de que aquel tipo fuera Black Jack al cien por cien. Tenía los naipes que faltaban del seis al rey firmados en su coche y un listado con trece personas de las que los cinco primeros estaban tachados, pero nunca se le pudo interrogar.
—¿Y no buscaron los cuerpos?
—Por supuesto que sí se hizo, se  peinó el rio, incluso con buzos pero la corriente aquel día era muy fuerte, creo que hubo una tormenta tremenda ese día y bajaba más caudaloso de lo normal y con más fuerza también. El caso es que se esperó un tiempo prudencial y como no volvió a aparecer ningún cadáver más con aquella firma se dio por buena la teoría de que aquel hombre era Black Jack.
—¿Y quién más podría ser?— preguntó ahora Mike que había permanecido al margen hasta ese momento, como ausente pero pendiente de todo y apagó el cigarro en el pequeño cenicero— No volvió a aparecer ningún cuerpo más por lo que el caso se cerró, Black Jack había muerto.
—No apareció ningún cuerpo, hasta hoy— le respondió la intendente Sally Brown.
Mike miró a la mujer que era su superior y había sido su compañera durante años. La conocía perfectamente y no era propio de ella asestar ese tipo de golpes bajos, y mucho menos a él. Si las miradas matasen ahora mismo estaría muerta, iba a decir algo pero se mordió la lengua y en ese momento el inspector Smith fue el que habló.
—Entonces, ¿creéis que se trata del mismo hombre o un imitador?
—Aún es pronto para saberlo —hablo Mike que ya había asimilado la puya de Sally y su cabeza ya estaba trabajando a mil por hora analizando todas las posibles opciones, como si de una partida de ajedrez se tratara— puede ser que aquel hombre no muriera y haya vuelto después de tantos años para continuar con sus crímenes, cosa que dudo. Otra opción más plausible, es que aquel hombre que murió en el río no fuera Black Jack y el verdadero estuviera de viaje o en prisión y haya vuelto ahora a la ciudad para seguir con su macabra obra, que voy a mirar esta opción en cuanto llegue a la comisaria aunque, para mí, lo más probable es que se trate de un imitador.
—¿Un imitador? —preguntaron los otros dos al unísono.
—Es lo más probable, y más después de tantos años. Aunque no hay que descartar nada.
La lluvia arreciaba en el exterior y se había levantado unas rachas de viento bastante desagradable, no era de extrañar que se produjera algún tornado pues no sería la primera vez. El interior del local era acogedor, la temperatura agradable y la conversación no tanto. Mike se acercó a su amigo que limpiaba en la trastienda y le pidió que sirviera otra ronda de cafés y este se apresuró a hacerlo. Una vez volvió a su sitio Mike se encendió un nuevo cigarrillo y tras apagar la cerilla con la mano exhaló el humo por la nariz y miró su teléfono pues acababa de recibir un mensaje. Tras leerlo con detenimiento añadió.
—Mi teoría del imitador cobra fuerza, ya sabemos la identidad del muerto.
—¿Lo sabemos? —preguntó sorprendida Sally mientras miraba su teléfono que no tenía ninguna información nueva— ¿Cómo puede ser que te llegue esa información antes a ti que a mí que soy quien está al mando?
—No me lo tomes a mal pero Robert, el jefe del laboratorio, y yo somos viejos amigos. Nos conocemos hace año, lleva tiempo haciéndome trampas al póker y yo llevo el mismo tiempo fingiendo que no me entero que las hace, pero ese no es el tema, el caso es que han cotejado las huellas con el programa y han encontrado coincidencias. Nuestro hombre es Boris Dankov, un camello de poca monta de origen bielorruso.
—¿Y eso te induce a pensar que se trata de un imitador? —preguntó ahora el inspector Smith que no comprendía el porqué de dicha aseveración mientras Sally hacía una llamada para solicitar inmediatamente la información de la que ya disponía Mike.
—Como ya te ha dicho Sally, todas las víctimas del Black Jack original eran delincuentes a los que la justicia había dejado libres, y este es el caso de nuestro hombre. Pese a que trapicheaba con hachís y marihuana principalmente nunca se le pudo enchironar por lo que seguía vendiendo su mierda en parques y escuelas. Black Jack se lo ha cargado y para la mayoría de la ciudad nos ha hecho un gran favor.
—Tal vez no mate más.
—Puede ser, pero algo me dice que pronto habrá más muertes. Pero me preocupa más otro detalle.
—¿Cuál Mike? —preguntó ahora Sally que se había incorporado a la conversación tras cortar la llamada que tenía entre manos.
—Si este tipo era un camello de poca monta, ¿Por qué cojones lleva el peluco más caro que el dinero puede pagar?
—Tal vez se lo pudiera permitir —dijo Sally.
—Tal vez, o tal vez lo robara —se aventuró a decir el inspector Smith.
Mike los miro a los dos incrédulo mientras negaba con su cabeza. Dio una nueva calada a su cigarrillo antes de apagar este en el cenicero, que se le había consumido entre los dedos, dijo:
—¿No os dais cuenta que todo es una puesta en escena? Nada de lo que ese hombre llevaba puesto en el momento en que lo encontramos era suyo. Todo se trata de una mentira, de una estrategia para desviar la atención de lo verdaderamente importante.
—¿Y qué es según tú lo importante Mike? —quiso saber Sally.

Hasta aquí llega hoy la historia de Black Jack, continuará en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

viernes, 2 de agosto de 2019

Black Jack (I)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Como ya anunciaba la semana pasada aquí empieza la historia por entregas, así empieza "Black Jack"


Mike estaba tratando de encenderse el cigarrillo que tenía en sus labios protegiendo la llama de la cerilla con sus dos manos y girándose contra la pared para que la ligera brisa que soplaba no le apagara el misto. Cerró un poco los ojos achinándose mientras inhalaba consiguiendo por fin encender el pitillo. Llevaba el cuello de su sempiterna americana levantado para evitar que el frío de la noche se le metiera en el cuerpo.
—Normalmente eres poco agraciado Mike —le dijo la intendente Brown con una sonrisa en sus labios—, pero cuando pones esa cara como de rata cunado te enciendes el pitillo ya eres feo del todo. Y por el amor de Dios, no fumes en mi escena del crimen que estas contaminándola con el humo.
—Tu “Escena del crimen” —respondió Mike tratando de imitar la voz de su amiga mientras decía estas palabras— ya está contaminada con ese perfume de puta barata que usas ahora —hablaba sin sacarse el cigarro de los labios y expulsando el humo de este por la nariz mientras observaba el lugar con una curiosidad y atención innatas.
El lugar del crimen era un callejón sin salida entre dos calles. Dos de las tres paredes que lo formaban era el muro de carga de unos edificios comerciales, sin puertas ni ventanas que dieran a este lado. La tercera pared la habían levantado para separar y delimitar el barrio humilde del de la gente de alto standing. El edificio más cercano al otro lado del muro se encontraba a unos treinta metros de distancia. Tampoco había ninguna tapa de alcantarilla a la vista. Tan solo unos cubos y contenedores de basura prácticamente vacíos.
—¿Perfume de puta barata? Es “Channel Nº5”. Lo usan todas las celebritis.
—Lo que tú digas Sally, pero sigues oliendo a zorra.
—Gracias Mike, yo también te quiero —le dijo guiñándole un ojo sin poder disimular una sonrisa. Se conocían hacía años y este pique era habitual en ellos cada vez que un asesinato les juntaba en una escena. Una especie de ritual. Luego se puso seria y preguntó— ¿Qué opinas?
—Esto es una ratonera. Un callejón sin salida. Algo apesta pero aún no sé de qué se trata. ¿Sabemos ya quién es el muerto o que hacía aquí? —preguntó él mientras sacaba el cigarrillo de entre sus labios con aquella forma tan peculiar que tenía de hacerlo cogiéndolo entre sus dedos corazón y anular de la mano derecha. Luego exhaló el humo y volvió a llevarlo a sus labios mientras cogía el teléfono móvil de su bolsillo derecho de sus pantalones.
—Aún no lo sabemos —le dijo El inspector Smith, recién llegado a la ciudad y al departamento de homicidios—. No llevaba cartera encima. Probablemente fuera un ejecutivo que se había perdido y estaba esperando un taxi y alguien le atacó para robarle la cartera y el dinero. En este barrio es lo más probable.
—Lo dudo —respondió Mike sin mirarlo pues estaba pendiente de la pantalla de su Smartphone buscando a alguien en su agenda—. Si en este barrio le hubieran robado no le habrían dejado ese peluco Cartier de oro y brillantes que lleva y que vale más de lo que tú y yo ganaremos en nuestra puta vida. Ni tampoco ese iPhone que asoma en el bolsillo de su americana —y levantó la mano pidiendo perdón pues al otro lado del teléfono su interlocutor le estaba respondiendo y se giró contra la pared.
La intendente Brown y el inspector Smith intercambiaron miradas y ambos se encogieron de hombros mientras escuchaban como Mike hablaba con quien fuera que tuviera al otro lado de la línea telefónica. Mientras esto ocurría los investigadores de la escena del crimen, embutidos todos ellos en unos monos de papel blanco pasaban bajo la cinta amarilla y negra llevándose consigo las muestras y las fotografías que habían tomado in situ en el lugar de los hechos.
—¿Qué tal estás viejo Barry? —Gritaba Mike al aparato aparentemente ajeno a lo que ocurría a escasos metros a su espalda—. Quería hacerte una pregunta a ti que lo sabes todo de la recogida de basuras. Estoy en una calle muerta entre Nixon y La Continental, ¿Quién se encarga de esta calle?
—Ya sé dónde estás viejo zorro —le comentó el viejo Barry al otro lado. Cuando Mike empezó en esto el viejo Barry ya era viejo y han transcurrido más de treinta años. Nadie sabe muy bien qué edad tiene pero las malas lenguas dicen que es inmortal por algún rito vudú de su tierra natal, pero esto, por supuesto, no son más que habladurías— Esa zona la hace ahora Drew que es quien se encarga de la zona de Jason que ha cogido la baja por paternidad.
—¿Qué me dices, Jason el Gordo ha sido padre? Me alegro por él, le haré llegar una canastilla a su casa.
—Sí, de gemelos.
—¿Y Drew que tal es? No le conozco creo. ¿Es un tipo puntual?
—No, no es un tipo puntual. Drew es una chica, y sí, es extremadamente puntual. Lleva tres meses seguidos siendo la empleada del mes, cosa que nunca había ocurrido en la empresa. Y ese callejón lo hizo a las dos en punto.
—Gracias viejo, me tienes que presentar a Drew. ¿Quién la acompaña?
—Los hermanos García.
—Gracias por la información Barry, te debo una —y colgó guardando el teléfono de nuevo en su bolsillo, miró la hora en su reloj de pulsera antes de girarse al forense que aún no había abandonado el lugar— ¿Sabemos ya la hora de la muerte?
—Es pronto para eso Mike —dijo el interpelado— pero por el Rigor Mortis que presenta debe de llevar muerto no menos de cinco horas, por lo que la hora de la muerte tuvo que ser la media noche más o menos.
Mike asintió con la cabeza y se acercó a la zona acordonada por la cinta amarilla y negra mientras miraba como se alejaban la policía científica. Los detestaba tanto como a los chupatintas con corbata que se encargaban de perseguir delitos financieros, tanto unos como otros tenían chapa, como a él le gustaba referirse a la placa, pero no los consideraba policías. Una vez estuvo al otro lado de la cinta se acercó a su amiga y superior Sally y le plantó dos besos uno en cada mejilla.
—¿Qué te has hecho? Te ves especialmente guapa hoy.
—Mira que eres pelota Mike —este arrojó la colilla al suelo y la pisó con el pie— ¿Qué te tengo dicho de que no tires las colillas en la escena del crimen?
—Vale ya. Además los monos de feria ya se han ido a su laboratorio a hacer que juegan a ser policías mientras los polis de verdad nos dedicamos a resolver este caso. Y por cierto, lamento decirte que esta no es la escena del crimen.
—¿Qué quieres decir? — le preguntó el inspector Smith.
—Dice el forense que el asesinato fue en torno a la media noche, pero me han dicho fuentes muy fidedignas que el camión de la basura recogió esos contenedores —dijo señalando a estos con el pulgar sobre su hombro izquierdo mientras se agachaba ante el cuerpo— a las dos en punto por lo que el cuerpo lo tuvieron que dejar después de esa hora. Esto no es la escena del crimen, tan solo el lugar donde nos lo han presentado, además apesta a escenario preparado.
—¿Por qué? —le preguntó ahora Sally.
—Este hombre es diestro, como indica las marcas de nicotina entre sus dedos y en cambio la corbata esta anudada por una persona zurda…
—Eso no quiere decir nada —le interrumpió su amiga y superior— yo misma he anudado tu corbata en más de una ocasión, hay mucha gente que no sabe hacer el nudo a una corbata y alguien se lo hace.
Touché mi reina de ébano —prosiguió él mientras cogía un guante de nitrilo del bolsillo de su americana sin ponérselo pero cogiéndolo como si de una pinza se tratara— pero si me hubieras dejado continuar antes de interrumpirme, te habría dicho que también los zapatos están anudados por un zurdo, y a un hombre de esta edad no creo que se los tengan que atar.
Le desabrochó la americana al finado usando el guante para no tocarlo directamente y al abrirla le sorprendió un pequeño objeto que sobresalía del bolsillo de la camisa. Lo cogió y se puso en pie como si tuviera un resorte mientras gritaba «¡No puede ser! Es imposible. ¡No puede ser joder!».
—¿Qué pasa Mike? —le preguntó Sally.
Este le mostró el objeto que tenía entre sus dedos y que acababa de sacar del bolsillo del cadáver que descansaba en el suelo en una postura demasiado artificial para tratarse de una muerte por asesinato. Se trataba de un naipe, el reverso del mismo era azul y negro con la firma del fabricante Fournier. Por el otro lado se podía ver el As de corazones con una firma que él conocía demasiado bien. “Black Jack” rezaba con una pulcra caligrafía escrita a mano.
—¿Esto es obra de Black Jack? —preguntó Sally.
—¿Quién es Black Jack? — hizo lo propio el inspector Smith.
—Black Jack está muerto —dijo Mike negando con la cabeza.
—No es seguro nunca se encontró el cuerpo —aseveró Sally.
—¿Quién es Black Jack? —volvió a preguntar el inspector Smith.
—Está muerto. Está muerto, Está muerto —balbuceaba Mike como un niño asustado.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —insistió Sally.
—¿Pero quién es Black Jack? —gritaba el inspector Smith tratando de que alguien le respondiera.
—¡Está muerto y punto! —gritó cabreado Mike mientras hacía un ademán de salir corriendo de allí.
—¡¿Pero quién coño es Black Jack?!

Por hoy es todo, "Black Jack continuará en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.