sábado, 29 de junio de 2019

Habla, Musa

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

Quería aprovechar la entrada de hoy para compartir mi primer escrito en prosa poética. Todo empezó cuando la editora de Leibros nos propuso un concurso para los escritores de la editorial, se trataba de escribir un pequeño escrito en prosa poética. Yo nunca lo había hecho y me lo tomé como un juego. La única premisa, además de lo que era prosa poética, es que tenía que contener las dos primeras palabras de la "Odisea" de Homero y estas son "Habla, Musa", que en mi caso usé también como título. Espero os guste.


Habla, Musa. Interesante el reto que tengo, hablar de romanos usando una frase de griego libro. Y hacerlo además en rima sin verso, en poética prosa alegrando el juego. Habla, Musa, ¿por qué me tientas? El tiempo se acaba, en el tintero, no tengo más que telarañas sin tinta. Mi pluma está sin prisa y mi alma está sin tiempo. Habla, Musa, ¿Por qué no apareces en momentos como estos? Siempre caprichosa, sin avisar me visitas cuando deseas y con la misma celeridad sin despedirte marchas. Habla, Musa, deseo tu beso, tu compañía y mi deseo. Habla, Musa. Pero no apareces, el reto no supero, mi prosa es sin verso, mis palabras son vacías, mis versos nos son prosa. Habla, Musa, por qué callas. Habla, Musa, ¿Por qué no hablas?

Por hoy es todo, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

sábado, 22 de junio de 2019

¿O no se trataba de un sueño?

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

Para hoy quería traer un relato corto que me surgió sin más una tarde ante el ordenador, la inspiración me visitó y yo lo comparto con todos y todas. Espero os guste, se titula, ¿O no se trataba de un sueño?


El silencio de la estancia era aterrador. Vivía en un barrio muy concurrido en el mismo centro de la gran urbe. Durante las horas de sol siempre había sonidos, ruidos, risas o voces, era una zona viva. Pero hoy, ahora, estaba sumida en el silencio total y eso no era bueno. Se asomó a la ventana más cercana, no había ni un solo coche en la calle, ni personas paseando en las aceras. No había niños jugando en los parques y las tiendas estaban cerradas. Y lo que era peor, estaba la ciudad sumida en una oscuridad total, total y mortecina.
Caminaba con cuidado, no sabía por qué pero temía que si el suelo de madera crujía bajo sus pies algo horrendo pudiera ocurrirle. La temperatura empezó a descender y no había razón alguna para que esto fuera así pues estaba en verano y era mediodía. Justo la hora de más calor del día. Notaba como se le erizaban los vellos del cuerpo y se le pusieron duros los pezones. Los dientes les castañeaban y tuvo que abrazarse con sus propios brazos y frotar sus brazos para tratar de entrar en calor. Pero no lo consiguió.
«¿Qué estaba pasando?». Se preguntaba así misma sin entender que ocurría. Se detuvo un segundo en el recibidor, contemplando el reloj de cucú herencia de su abuelo. No podía ver lo que creía. El segundero de aquel reloj, que jamás se había parado en los casi cien años de existencia del mismo, estaba parado. Y de repente, empezó a moverse en el sentido contrario. Aquello no podía ser. Se acercó a él para pararlo pero no lo consiguió, parecía que tuviera vida propia.
Echó a correr hasta su alcoba, sin importarle si hacía ruido o no, y cerró la puerta tras ella. Abrió el altillo del armario y cogió la primera manta que encontró y se la echó sobre los hombros. Ni siquiera así consiguió sacudirse el frío que la atería los huesos y músculos. Se dio cuenta que de su boca salía vaho al respirar. Ni en los meses más fríos del año le había ocurrido eso en el interior de su casa. Estaba aterrada.
Se sentó en la cama, apoyando su espalda en el cabecero y abrazando sus rodillas que estaban flexionadas contra su pecho. La manta cubriendo casi por completo todo su cuerpo. No podía quitar los ojos de la puerta de la habitación que había cerrado al entrar y el motivo no era otro que había escuchado un ruido en el exterior y ella vivía sola. Tenía el teléfono móvil en las manos por si tenía que llamar a emergencias, pero curiosamente este no tenía cobertura, aunque en vista de cómo estaban yendo las cosas ese día no le sorprendió lo más mínimo.
Finalmente se abrió la puerta y allí estaba, era la muerte en persona, tal como la habían ilustrado en la literatura y en el cine. Un esqueleto vestido de negro, con una túnica con capucha en la que tan solo se le veían dos ojos rojos como fuego y con una gran guadaña en la mano. Se acercó a ella, pero no iba caminando pues más bien levitaba y cuando llegó hasta ella la miró a los ojos y entonces, desapareció.
El frío cesó, el ruido volvió a la calle y también el día con su luz. Salió de bajo la manta sin entender que había ocurrido. Salió al recibidor y el reloj volvía a funcionar como antes, comprobó la hora y la marcaba correctamente, como si nunca hubiera dejado de hacerlo. En la calle se escuchaban cláxones de coches, voces de transeúntes, risas de los niños en los parques y los clientes entraban y salían de las diferentes tiendas. Todo había vuelto a la normalidad salvo ella. Una pregunta seguía rondándole por la cabeza. «¿Qué estaba pasando?». La muerte había venido a por ella y no se la había llevado.
Volvió a su dormitorio pues necesitaba respuestas. Y las encontró en forma de papel, aunque sería más correcto decir en forma de papiro, pues de eso se trataba.
«Perdóname por el susto que te habré dado, he venido a buscar a una persona que ha llegado al final de su vida, pero me he confundido de casa, evidentemente no eras tú. Me hago mayor y cada vez veo menos y mi memoria ya no es la que era, así que te pido perdón por el susto. Nos volvemos a ver en un tiempo, que será mucho o poco, dependerá de ti. Perdóname por el susto, tuya por siempre. La Parca.»
En el momento que acabó de leer aquella nota manuscrita en rojo y con una caligrafía que se parecía muchísimo a la de ella la misiva se desvaneció en sus manos convirtiéndose primero en un polvo fino que posteriormente una brisa hizo desaparecer del todo. Una carcajada la invadió. Había mirado a los ojos a la muerte y vivía para contarlo. Se dejó caer en la cama y se quedó dormida pues el cuerpo le pedía una siesta. Cuando media hora después abrió los ojos y se desperezó sobre el colchón no recordaba nada del extraño sueño que había tenido. ¿O no se trataba de un sueño?

Por hoy es todo, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

viernes, 14 de junio de 2019

Finalista Tinta Lunar

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

Quería aprovechar la entrada de hoy para compartir con vosotros un microrrelato con el que he quedado finalista en un certamen literario organizado por la editorial Círculo Rojo, concretamente uno titulado "Tinta Lunar" y en el que la Luna debía de ser el hilo conductor. Yo participé con un relato bautizado como "Brillo de Luna" y lo podéis leer después de la imagen.


La luna se reflejaba en el agua del fondo del pozo y esta parecía más hermosa en la quietud del agua. Esta noche se veía especialmente bonita, grande y llena como pocas veces se podía ver. De hecho, ocupaba toda la circunferencia del pozo y este parecía brillar con una fantasmagórica luz blanca. Levantó su mirada del pozo al cielo y de nuevo la bajó al pozo. Él no era un experto pero había algo extraño en aquella luna, no sabría decir qué pero algo no estaba bien. Pudiera ser que estuviera demasiado cerca de la tierra, o que su luz fuera demasiado brillante, o que tal vez no tocara que esta noche saliera llena. No estaba seguro pero era evidente que algo no iba bien.
Alejó esas ideas de su cabeza y subió uno a uno los tres escalones del porche trasero y se sentó en la mecedora, sacó la armónica del bolsillo superior de su peto tejano y empezó a tocar la hermosa tonada de la canción “Blue Moon”, la única que sabía interpretar. Su mujer, al escuchar el bello sonido y se sentó junto a él en el balancín que descansaba en la esquina junto a la mecedora. La verdad era que la noche era preciosa y la temperatura agradable.
Cuando acabó de interpretar la pieza miró a su esposa y esta acercó sus manos a la de él que no sujetaba el instrumento y las estrecharon. Se miraron tiernamente a los ojos y se dieron un apasionado beso. Los dos se separaron unos segundos y contemplaron juntos la luna.
—¿No te parece que la luna se ve extraña hoy? —le preguntó él sin soltar su mano.
—Así es, se la ve más contenta —dijo ella.
—¿Qué quieres decir?
—Han dicho en la radio que el hombre ha llegado a la luna, por eso está tan contenta —sentenció ella y volvieron a besarse.
¿Así que era eso? Finalmente su amigo de la infancia lo había logrado, Buzz logró su sueño de infancia y logró caminar sobre la luna. ¡Enhorabuena amigo! Pensó para sí. 

Por hoy es todo, espero que os haya gustado. Nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

sábado, 8 de junio de 2019

El viejo reloj de pared

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

Hacía tiempo que no compartía un relato corto de este género y hoy me apetecía hacerlo. Está escrito en exclusiva para este blog así que espero lo disfrutéis e una manera especial. No es excesivamente largo y se puede leer del tirón, ya me diréis. Su título es "El viejo reloj de pared" y ya sabéis que lo podéis leer después de la imagen.


"La jaqueca me estaba matando. Parecía que un martillo o un pájaro carpintero me martilleara por dentro y quisiera taladrarme el cráneo. No podía soportarlo más. Y aquel TIC-TAC del viejo reloj de pared del pasillo no ayudaba a que me sintiera mejor. Tenía todas las luces apagadas, las persianas bajadas y las cortinas cerradas. Mi casa estaba en una oscuridad total. Pero aquel ruido me estaba exasperando.

Me levanté como buenamente pude y caminé a tientas por el inmenso salón hasta la puerta del corredor, giré a la derecha, notaba el tacto de la alfombra persa en mis pies descalzos. Hacía más frío del que pensaba. Tal vez hubiera sido una buena idea ponerme el batín de seda antes de ponerme en pie, pero la desnudez me ayuda a sentirme mejor en estos casos, o tal vez sea psicológico, no lo sé, pero ahora me arrepiento y de qué manera. 

Cuando estaba a punto de llegar al rincón en el que se encontraba el susodicho reloj dejé de escuchar el soniquete de su péndulo. Suspiré. Por fin cesaba aquel tormento. Aguardé unos segundos, conteniendo la respiración, por si todo se trataba de un sueño o del fruto de mi imaginación. Pero no fue así. Aquel sonido había cesado de verdad.

Me giré sobre mis pasos y traté de volver al salón en el que descansaba antes de ir hasta aquí, pero no pude llegar. No sé si fue fruto del fuerte dolor de cabeza pero me desorienté. No podía volver sobre mis pasos, ni encontraba el interruptor para encender la luz. Y lo que aún era más aterrador. No sentía la alfombra bajo mis pies, tan solo el frío suelo de madera. ¡Y en mi casa no había suelo de madera!

Llevé mis manos a mi cabeza pues el dolor volvía a ser insoportable y me arrodillé. Cerré mis ojos y los cubrí con mis manos y empecé a llorar desconsoladamente. Tanto lloré que mis lágrimas llegaron a mis labios y las probé. Sabían a sangre. ¿Qué estaba ocurriendo? Todo aquello era muy extraño.

Y entonces volvió a sonar. TIC-TAC, TIC-TAC, TIC-TAC. Pero ahora sonaba aún más fuerte. Y sonaba en otro lugar. Sonaba en mi cabeza y a la vez en otro lugar. Es como si el reloj estuviera dentro de mi cabeza. Pero era yo el que estaba dentro de él, como una especie de extraña fusión en la que ambos nos habíamos convertido en uno y aquella unión iba a ser eterna. Al igual que mi jaqueca."

Por hoy es todo, espero os guste, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.