viernes, 23 de agosto de 2019

Black Jack (IV)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Continuamos la historia que teníamos entre manos. Aquí continúa Black Jack.

Mike no dejaba de mirar aquellos senos que botaban delante de su cara, aferrándose con firmeza a aquellas nalgas bien torneadas. Los pezones oscuros, del color y tamaño de los granos de café señoreaban en unas areolas igual de oscuras y bastante grandes, apuntándole a él como el causante de que estuvieran así. La mujer que cabalgaba sobre él tenía las manos sobre los hombros de Mike mientras no paraba de gemir y de moverse incrementando cada vez un poco más el ritmo y la velocidad de su actividad. Sus pies, permanecían enganchados a sus rodillas, atenazando a Mike bajo su cuerpo oscuro y hermoso.
Justo cuando sus movimientos eran más rápidos y él se movía también acompasando sus movimientos, ella se detuvo y arqueó su espalda unos segundos mientras gritaba disfrutando del orgasmo que acababa de tener. Tres segundos después volvió a moverse más lentamente mientras dejaba caer su cuerpo sobre el de Mike y le daba un apasionado beso y acto seguido le susurró en el oído, «Vamos Mike, córrete también tú, inúndame con tu placer y dame esa rica y amarga leche que tanto me gusta» y le gimió en un susurro junto a su oreja.
Pero Mike estaba lejos de eyacular, quería continuar disfrutando de aquel cuerpo que tanto le excitaba y empezó a moverse con más fuerza y más rabia. Aferrándose a aquel culo que sostenía entre sus manos con más pasión si cabe. Y ella no le quedó más remedio que volver a moverse y gemir, incrementando el volumen y la intensidad de estos.
—¡Joder Mike, Córrete ya de una puta vez! —le gritó pero él lejos de hacer caso aceleró el movimiento de su pelvis.
Intentó zafarse levantándose de golpe pero él se dio cuenta y se lo impidió haciendo un rápido movimiento en el que quedó él encima. Tenía sus ojos cerrados y sus movimientos eran rápidos, como espasmódicos, parecía que estuviera poseso. Ella volvió a gemir. También tenía sus ojos cerrados y las uñas clavadas en la espalda de su amante, las piernas cruzadas en torno a las de él.
Los gemidos de ella en el oído de él solo servían para excitarlo más y que sus movimientos fueran más rápidos. Colocó las piernas de ella sobre sus hombros, por lo que pudo ver la pulsera tribal que ella llevaba en su tobillo derecho, y siguió penetrándola con celeridad. Ella gritó de placer, pues acababa de alcanzar su segundo orgasmo de la noche. Pero a él no pareció importarle y seguía con sus movimientos.
Finamente, él salió del interior cálido de la vagina de ella y eyaculó sobre su vello púbico, que aunque estaba bien cuidado, tenía una mata de pelo considerable. Y entonces se dejó caer en la cama junto a ella. Los dedos de la mano derecha de ella se enredaron en el pelo del pecho de él mientras sus labios buscaban la oreja para poder besarla. Pero él no se dejó tocar, cogió el paquete de cigarrillos arrugado de sobre la mesita de noche y salió al balcón a fumar. Ella se lo quedó mirando con los dos hombros apoyados sobre el colchón, estirada, aún con el semen de él sobre su pubis.
Ella tenía cuarenta y tres años y era tremendamente sexy, tenía unas curvas de infarto y una piel oscura que resultaba muy exótica, una larga melena rizada y oscura aunque perlada de blanco por algunas canas que ella no trataba de disimular. Mike en cambio tenía cincuenta y seis y seguía manteniendo el aspecto de malote que tanto gusta a las chicas jóvenes.
Sally se puso en pie y cogió su blusa que descansaba en el suelo junto al resto de su ropa, salvo el sostén que estaba en el cabecero de la cama. Se abotono solo un botón y salió al balcón en el que se encontraba Mike.
—¿Qué te pasa? —le pregunto nada más salir mientras le acariciaba la espalda— hoy has estado muy poco besucón.
—Recuerdo a la perfección las palabras que dijiste hace casi veinte años cuando empezamos con estos escarceos, «Nada de anillos ni compromisos, tu casa tus reglas, la mía mis reglas», no sé a qué viene eso de que te bese.
—A mí no tonto, pero normalmente a mis gemelas —dijo esta palabra señalando sus senos— no hay manera de que dejes de besarlas y hoy no les has hecho ni caso.
—Sally, tienes unas tetas preciosas, probablemente las mejores de la ciudad, pero hoy solo quería descargar, tenía la cabeza en otras cosas.
—Sí, ya me he dado cuenta—dijo besándole en el cuello—, pero no te preocupes, yo si he venido besucona hoy — ahora besaba su pecho y pezón— y ¿sabes una cosa?, que hoy no me voy a ir de tu casa hasta que no te saque a Black Jack de la cabeza —se acuclilló y tras tomar el pene de él entre sus manos y darle un beso en la punta del glande.
—¿De verdad crees que haciéndome una mamada en mi balcón vas a conseguir que deje de pensar en ese cabrón? —dijo mientras ella asentía con la cabeza mientras le practicaba una felación sin dejar de mirarle a los ojos— ¡Pues has acertado!
El sexo de él no tardó mucho en ponerse duro entre los labios, dientes, saliva y lengua de ella. Cuando esto pasó lo colocó entre sus senos, sin sacarse la blusa, y apretó estas y empezó a moverlos arriba y abajo masturbándolo con sus pechos y cada vez que el glande asomaba por encima de estos ella le plantaba un beso. Mike no podía sacar los ojos de los pezones que se le marcaban como dos pilotos acusadores de la excitación que estaba sufriendo.
Sally se puso en pie y sin dejar de masturbarlo suavemente con su mano derecha le besó en los labios. Luego en un susurro le dijo al oído, «Y no solo una mamada, hoy todos tus vecinos sabrán nuestras historia» y tras decirlo se giró frotando su trasero ante el sexo inhiesto de él.
Mike tiró el cigarrillo a medio fumar a la calle y se agarró a las caderas de Sally y empezó a penetrarla. Sus manos, lentamente abandonaron las caderas para subir bajo la blusa y depositarlas sobre los senos de ella que apretó con pasión, ella giró un poco su cuello y se fundieron en un apasionado beso mientras los movimientos de él incrementaban en velocidad.
—Mmmmmmmmike, despacio —le espetó ella sin poder remitir un gemido pues aquello le excitaba y mucho— déjame disfrutar del momento.
No tardaron en aparecer mirones en los balcones del edificio de enfrente debido a los gemidos de ambos, pero a ellos no pareció importarle, estaban entregados a su pasión desenfrenada. Pero de repente dejaron a medias lo que estaban haciendo pues sonó el teléfono móvil de Sally y esta entró a la habitación seguida de Mike, «debe de ser de la comisaría, tengo que cogerlo» se excusó ella.
—Intendente Brown, dígame —dijo con el semblante serio y sujetando el teléfono entre el hombro y el cuello mientras cogía las braguitas del suelo y empezaba a ponérselas—. Sí por supuesto, ahora mismo voy hacia allá. Sí, yo aviso al inspector Lamghinni.
Mientras ella colgaba la llamada y se ponía los pantalones no dijo nada, Mike la miraba expectante. Finalmente y al mismo tiempo que ella se abotonaba los pantalones miró a Mike y le dijo:
—Han encontrado otro cuerpo, en la puerta trasera del museo de arte moderno, junto a los cubos de la basura. Una mujer.
—¿Se trata de Black Jack, verdad? —le dijo él.
—Así parece. Nos esperan en la escena del crimen —mientras lo decía se ponía los zapatos.
—Es mejor que cada uno vaya por su lado o seremos la comidilla de la comisaria de por vida.
—Tienes razón —y se despidió de él con un casto beso en la mejilla antes de salir.
Cuando ella se había ido Mike se vistió lentamente y cogió el paquete de tabaco del que tan solo quedaba un cigarrillo. Lo encendió con una cerilla e hizo una bola con el embalaje dejándolo sobre uno de los muchos ceniceros que había diseminados por su casa. Estaba por salir de la casa cuando se dio cuenta de que Sally se había dejado el sujetador sobre el cabecero de la cama pero no lo recogió, ya se lo entregaría en un momento más discreto. Decidió que pararía a comprar tabaco antes de personarse en el lugar del crimen, así le daría tiempo a Sally a llegar antes de él para no levantar sospechas.

Por hoy es todo, Black Jack continúa en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

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