viernes, 16 de agosto de 2019

Black Jack (III)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Creo que no hace falta mucho para saber que continúa la historia titulada "Black Jack", aquí os dejo la tercera entrega.


—La publicidad, la notoriedad. El asesino quiere que se hable de él. Busca la fama. Me busca a mí.
Tras hablar se puso en pie, se subió el cuello de su americana y salió del local llevándose consigo el vaso con el café, se encendió un cigarrillo antes de salir y empezó a caminar con destino al coche que tenía aparcado relativamente cerca, había aprovechado que la lluvia había dado una pequeña tregua aunque no había desaparecido del todo.
Habían pasado ya varias horas de aquel momento, los primeros rayos de sol empezaban a filtrarse a través de la persiana a medio bajar del despacho de Mike. Al parecer la tormenta había dejado su lugar al sol, aunque fuera por unas horas. La papelera estaba llena de los vasos de papel que la máquina de la comisaría servía con el café y el cenicero lleno de colillas. Y ambos estaban vacíos cuando él llegó tras la conversación en el Starbucks.
Primero se había leído el informe de la autopsia que además de confirmar que el lugar en el que había aparecido el cuerpo no era el lugar en el que lo habían asesinado también hablaba de la causa de la muerte. Esta había sido producida por dos disparos producidos por un revolver del 38, uno de ellos muy cercano al corazón que fue el que le causó la muerte. Luego el asesino se entretuvo en cauterizar la herida, sin extraer las balas, parecía que quería que las encontraran, y la había vendado para evitar que la sangre manchara la ropa con la que fue vestido tras la muerte.
A continuación había comprobado que no había ningún preso que hubiera entrado en prisión poco después de los asesinatos y salido recientemente. Tampoco nadie de los que habían abandonado el país en aquella fecha había vuelto a entrar recientemente, aunque se pudiera ser que hubiera entrado con una falsa identidad, pero dudaba que fuera así.
Luego se había puesto en marcha, había acudido primero a un par de joyerías para recabar información acerca del reloj Cartier que el cadáver llevaba. Y tuvo suerte pues en una de las joyerías a las que entró reconocieron la pieza. Era un reloj que ellos mismos habían vendido, era una pieza exclusiva por lo que su valor era mucho más alto de lo que él había calculado, además le pudieron decir, aunque con cierto reparo, el nombre del comprador. Miroslav Basielivic, un importante empresario de origen croata aunque nacionalizado desde hacía más de una década. No le habían querido dar la dirección pero tampoco le era necesario, había muchas formas de encontrar la dirección de un sujeto y más si eras un policía.
Volvió a comisaría y encendió el ordenador portátil que tenía sobre su escritorio, aunque él detestaba esos chimes eran muy útiles para encontrar a personas, pero antes quería usarlo para otras cosas. Introdujo el nombre del propietario en el buscador policial y este le devolvió algo que desconocía, Miroslav Basielivic tenía antecedentes, y aunque no se había podido probar todo hacía pensar que pudiera tener relación con la mafia de la extinta Yugoslavia.
Tenía una corazonada y se encaminó hasta el laboratorio, quería información sobre el reloj y le dijeron algo que le sorprendió. En el reloj no había ninguna huella del cadáver, lo cual era muy extraño pues si él se lo había puesto tenía que haber al menos alguna huella, pero no era así, tan solo había una en la esfera y no pertenecía a Boris Dankov pero si a otra persona que curiosamente estaba fichada. Kelly Anderson, a la que todos llamaban “La Gata”, una ladrona de guante blanco a la que no se le resistía ni una sola caja fuerte. Se le atribuyen varios robos de cámaras acorazadas pero nunca la habían podido inculpar por ello.
Sacó la desgastada libreta que llevaba siempre en el bolsillo interior de su americana y anotó los nombres de Miroslav y Kelly así como sus direcciones y volvió a guardar esta en su bolsillo. Había otro objeto que le perturbaba y no era precisamente el reloj, más bien el naipe con la firma del asesino. Lo tenía en el cajón de su escritorio, dentro de una bolsa transparente y no podía dejar de mirarlo. Ya había sido analizado en el laboratorio y no tenía huellas como ya esperaba. Pero aquella carta le estaba empezando a obsesionarle, como ya había pasado años atrás. Para él era como un Déjà vu. Cogió la bolsita con su contenido y se la guardó en el bolsillo de la americana y salió del despacho con destino al sótano donde se encontraban los archivos, tras una nueva parada en la máquina del café.
—¿Qué novedades hay en las mazmorras del palacio mi belleza sureña? —le preguntó Mike a Tara, que era la encargada de los archivos. Era una preciosidad texana, muy al estilo de los gustos de por la zona, rubia, de larga melena rizada, ojos azules y carnosos labios y con un voluptuoso cuerpo donde las curvas señoreaban. Además era un auténtico cerebro pues se había licenciado en criminología con una de las mejores notas de siempre, pero la tenían recluida en este lugar porque en su pasado, y para poder pagarse los estudios había posado en un par de ocasiones para la revista del conejito. Lo cual a Mike le indignaba, ¿Qué tenía de malo que una mujer hubiera posado desnuda en la revista playboy? Es como si esto le incapacitara para ser policía— ¿Ya has oído las nuevas de la superficie?
—No, ya sabes que nunca me dejan salir de mi “Dungeons” —le dijo Tara tras darle dos besos— ¿Qué se cuece allá arriba?
Mike le entregó la carpeta con toda la información que tenían hasta el momento del asesinato que había ocurrido. Ella, tras mirar con atención la autopsia y las fotografías que Mike le había entregado dijo:
—Huele a escenario preparado ¿No?
—Yo más bien diría que apesta, sí. Hay algo más —dijo mientras le entregaba la carta firmada que tenía en el bolsillo.
—¿Black Jack?, ¿En serio? —le preguntó ella. Aquel caso había ocurrido mucho antes ni siquiera de que ella naciera, pero Mike y ella se habían hecho tan amigos que habían hablado mucho sobre el mismo.
—Sally cree que se trata del mismo asesino.
—¿Y tú que piensas?
—Black Jack está muerto, debe tratarse de un imitador pero no entiendo por qué tantos años después.
—Entonces, seguramente se tratará de un imitador, entre tú y yo, la intendente Brown no se entera mucho.
—No digas eso, Sally es una magnífica policía, una de las mejores que conozco. Además te diré que si dependiera de ella estarías en las calles y no malgastando tu talento aquí.
—Lo sé y se lo agradezco, pero la verdad, si no fuera por ti y por ese sexto sentido que tienes no habría sido capaz de solucionar muchos casos. Pero dime, ¿qué puedo hacer por ti? Sabes que tu presencia siempre es grata pero no creo que hayas venido solo para eso.
—Así es, necesito que me hagas dos favores. El primero, necesito que me dejes acceder al archivo, quiero echarle un ojo a toda la información que tenemos sobre el primer Black Jack, Aunque recuerdo el caso como si fuera ayer nunca está de más volver a mirarlo por si se me escapó algo en su día.
—Claro Mike, sabes que te debo varios favores y no creo que nadie eche nada de lo que hay aquí dentro de menos —era cierto, Mike había sido el único que no la había menospreciado ni por su pasado ni por ser mujer y si podía trabajar en la policía, aunque fuera en los archivos, era gracias a él en buena parte. Además, siempre le venía con algún caso a medio resolver para que se sintiera parte activa de la comisaría. También le tenía cariño, habría hecho cualquier cosa que le hubiera pedido— ¿Y cuál es el segundo favor que quieres que te haga?
—Tengo la dirección de dos sospechosos, pero no me gustaría ir a visitarlos solos, ¿qué te parece si me acompañas y de paso ves la luz del sol?
—¿De verdad puedo? —cuando él asintió ella se abrazó de él y se colgó de su cuello. Pese a que no era una mujer baja a su lado parecía poco más que una niña—. ¿Y cuándo vamos?
—Primero déjame que eche un vistazo al primer caso y luego vamos a la calle, por cierto, ¿me podrías traer un café solo sin azúcar?
Ella se marchó a traerle el café mientras él se introducía en el mar de estanterías y archivadores que tenía delante. Aquel lugar era como un apartamento de tamaño grande, tenía más de cien metros cuadrados y estaba lleno de estanterías salvo un par de estancias que una era un sala de lectura y la otra era una biblioteca digital en la que se podía consultar casi todo el material en formato digital, pero él seguía siendo un amante del papel.
En el fondo había una estantería que ocupaba todo el muro de carga del edificio. Unas puertas acristalabas cerraba la misma y en ella se encontraban los casos cerrados del pasado. No tardó mucho en encontrar la caja en la que ponía Black Jack. Abrió la puerta de cristal y extrajo la caja, sopló para eliminar el polvo acumulado sobre la tapa y la abrió, Dentro estaba todo el material que tenían del caso anterior, una carpeta marrón con las fotografías de las escenas y los cadáveres, las autopsias de los mismos y la posible identidad del asesino. Y sobre todo, los naipes firmados. Estos eran de tréboles pero tenían el mismo reverso y la misma firma. Los cogió guardándolos en su americana y también cogió la lista con los nombres tachados, sacó la carpeta de la caja para llevársela también consigo y colocó la caja en su lugar, Justo cuando lo hacía Tara venía con el café.
Estuvieron conversando algunos minutos más mientras él apuraba el café y luego salieron para ir a buscar a Miroslav Basielivic y a Kelly Anderson, pero no encontraron a ninguno en su domicilio, cosa que tampoco sorprendió a Mike pues no esperaba encontrarlos. Volvieron a comisaría y Mike se despidió de Tara con dos besos y mientras la observaba alejarse de camino al ascensor se encendió un cigarrillo, pese a la prohibición de poder fumar en el interior del edificio, mientras pensaba que no le extrañaba que aquella chica hubiera posado para la famosa publicación, pues era preciosa, era la típica chica que aparecía en ellas, rubia, de rostro angelical y cuerpo curvilíneo de grandes senos y cintura estrecha. Se hubiera quedado contemplándola todo el día, pero no por su físico, la admiraba como persona y así se lo había hecho saber más de una vez. Pero tenía cosas que hacer.
Se encaminó hasta donde se encontraba Martin, un viajo amigo que también era policía y que era un experto en caligrafía, necesitaba saber si la firma de los naipes eran los mismos. Y le confirmó que era así. El As de tréboles y el de corazones tenían la misma firma, echa por la misma mano y con el mismo utensilio, probablemente una estilográfica de tinta negra.
Volvió a su despacho y allí le esperaba la intendente Brown con un bol de pollo de estilo Kentucky.
—Sabía que te encontraría aquí —le espetó en cuanto lo vio.
—Nunca una visión me causó tanta alegría.
—Sabes que aquí dentro no se puede fumar ¿no? —dijo señalando al cenicero lleno de colillas.
—A la mierda con las normas Sally, sabes que soy un rebelde sin causa, pero soy el mejor policía que tienes, por eso no me sancionaras.
—Tienes razón. Por cierto, ¿cuánto tiempo llevas sin dormir? Se supone que tu turno es el de noche e imagino, porque te conozco, que no habrás dormido. Y apuesto una mano a que tampoco has comido nada.
—Me conoces muy bien, no he dormido nada y tampoco he comido nada.
—Pues así no te quiero, ten, come —le dijo acercándole el bol para que comiera, él tomó un trozo y se lo llevó a la boca— en cuanto acabemos de comer —ella tomó otra porción y la mordió— nos vamos a tu casa, los dos— y le guiñó un ojo.

Por hoy es todo, Black Jack continúa en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

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