Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Creo que no hace falta mucho para saber que continúa la historia titulada "Black Jack", aquí os dejo la tercera entrega.
—La
publicidad, la notoriedad. El asesino quiere que se hable de él. Busca la fama.
Me busca a mí.
Tras
hablar se puso en pie, se subió el cuello de su americana y salió del local
llevándose consigo el vaso con el café, se encendió un cigarrillo antes de
salir y empezó a caminar con destino al coche que tenía aparcado relativamente
cerca, había aprovechado que la lluvia había dado una pequeña tregua aunque no
había desaparecido del todo.
Habían
pasado ya varias horas de aquel momento, los primeros rayos de sol empezaban a
filtrarse a través de la persiana a medio bajar del despacho de Mike. Al
parecer la tormenta había dejado su lugar al sol, aunque fuera por unas horas.
La papelera estaba llena de los vasos de papel que la máquina de la comisaría
servía con el café y el cenicero lleno de colillas. Y ambos estaban vacíos
cuando él llegó tras la conversación en el Starbucks.
Primero se
había leído el informe de la autopsia que además de confirmar que el lugar en
el que había aparecido el cuerpo no era el lugar en el que lo habían asesinado
también hablaba de la causa de la muerte. Esta había sido producida por dos
disparos producidos por un revolver del 38, uno de ellos muy cercano al corazón
que fue el que le causó la muerte. Luego el asesino se entretuvo en cauterizar
la herida, sin extraer las balas, parecía que quería que las encontraran, y la
había vendado para evitar que la sangre manchara la ropa con la que fue vestido
tras la muerte.
A
continuación había comprobado que no había ningún preso que hubiera entrado en
prisión poco después de los asesinatos y salido recientemente. Tampoco nadie de
los que habían abandonado el país en aquella fecha había vuelto a entrar
recientemente, aunque se pudiera ser que hubiera entrado con una falsa
identidad, pero dudaba que fuera así.
Luego se
había puesto en marcha, había acudido primero a un par de joyerías para recabar
información acerca del reloj Cartier que el cadáver llevaba. Y tuvo suerte pues
en una de las joyerías a las que entró reconocieron la pieza. Era un reloj que
ellos mismos habían vendido, era una pieza exclusiva por lo que su valor era
mucho más alto de lo que él había calculado, además le pudieron decir, aunque
con cierto reparo, el nombre del comprador. Miroslav Basielivic, un importante
empresario de origen croata aunque nacionalizado desde hacía más de una década.
No le habían querido dar la dirección pero tampoco le era necesario, había
muchas formas de encontrar la dirección de un sujeto y más si eras un policía.
Volvió a
comisaría y encendió el ordenador portátil que tenía sobre su escritorio,
aunque él detestaba esos chimes eran muy útiles para encontrar a personas, pero
antes quería usarlo para otras cosas. Introdujo el nombre del propietario en el
buscador policial y este le devolvió algo que desconocía, Miroslav Basielivic
tenía antecedentes, y aunque no se había podido probar todo hacía pensar que
pudiera tener relación con la mafia de la extinta Yugoslavia.
Tenía una
corazonada y se encaminó hasta el laboratorio, quería información sobre el
reloj y le dijeron algo que le sorprendió. En el reloj no había ninguna huella
del cadáver, lo cual era muy extraño pues si él se lo había puesto tenía que
haber al menos alguna huella, pero no era así, tan solo había una en la esfera
y no pertenecía a Boris Dankov pero si a otra persona que curiosamente estaba
fichada. Kelly Anderson, a la que todos llamaban “La Gata”, una ladrona de
guante blanco a la que no se le resistía ni una sola caja fuerte. Se le
atribuyen varios robos de cámaras acorazadas pero nunca la habían podido
inculpar por ello.
Sacó la
desgastada libreta que llevaba siempre en el bolsillo interior de su americana
y anotó los nombres de Miroslav y Kelly así como sus direcciones y volvió a
guardar esta en su bolsillo. Había otro objeto que le perturbaba y no era
precisamente el reloj, más bien el naipe con la firma del asesino. Lo tenía en
el cajón de su escritorio, dentro de una bolsa transparente y no podía dejar de
mirarlo. Ya había sido analizado en el laboratorio y no tenía huellas como ya
esperaba. Pero aquella carta le estaba empezando a obsesionarle, como ya había
pasado años atrás. Para él era como un Déjà
vu. Cogió la bolsita con su contenido y se la guardó en el bolsillo de la
americana y salió del despacho con destino al sótano donde se encontraban los
archivos, tras una nueva parada en la máquina del café.
—¿Qué
novedades hay en las mazmorras del palacio mi belleza sureña? —le preguntó Mike
a Tara, que era la encargada de los archivos. Era una preciosidad texana, muy
al estilo de los gustos de por la zona, rubia, de larga melena rizada, ojos
azules y carnosos labios y con un voluptuoso cuerpo donde las curvas
señoreaban. Además era un auténtico cerebro pues se había licenciado en
criminología con una de las mejores notas de siempre, pero la tenían recluida
en este lugar porque en su pasado, y para poder pagarse los estudios había
posado en un par de ocasiones para la revista del conejito. Lo cual a Mike le
indignaba, ¿Qué tenía de malo que una mujer hubiera posado desnuda en la
revista playboy? Es como si esto le incapacitara para ser policía— ¿Ya has oído
las nuevas de la superficie?
—No, ya
sabes que nunca me dejan salir de mi “Dungeons” —le dijo Tara tras darle dos
besos— ¿Qué se cuece allá arriba?
Mike le
entregó la carpeta con toda la información que tenían hasta el momento del
asesinato que había ocurrido. Ella, tras mirar con atención la autopsia y las
fotografías que Mike le había entregado dijo:
—Huele a
escenario preparado ¿No?
—Yo más
bien diría que apesta, sí. Hay algo más —dijo mientras le entregaba la carta
firmada que tenía en el bolsillo.
—¿Black
Jack?, ¿En serio? —le preguntó ella. Aquel caso había ocurrido mucho antes ni
siquiera de que ella naciera, pero Mike y ella se habían hecho tan amigos que
habían hablado mucho sobre el mismo.
—Sally
cree que se trata del mismo asesino.
—¿Y tú que
piensas?
—Black
Jack está muerto, debe tratarse de un imitador pero no entiendo por qué tantos
años después.
—Entonces,
seguramente se tratará de un imitador, entre tú y yo, la intendente Brown no se
entera mucho.
—No digas
eso, Sally es una magnífica policía, una de las mejores que conozco. Además te
diré que si dependiera de ella estarías en las calles y no malgastando tu
talento aquí.
—Lo sé y
se lo agradezco, pero la verdad, si no fuera por ti y por ese sexto sentido que
tienes no habría sido capaz de solucionar muchos casos. Pero dime, ¿qué puedo
hacer por ti? Sabes que tu presencia siempre es grata pero no creo que hayas
venido solo para eso.
—Así es,
necesito que me hagas dos favores. El primero, necesito que me dejes acceder al
archivo, quiero echarle un ojo a toda la información que tenemos sobre el
primer Black Jack, Aunque recuerdo el caso como si fuera ayer nunca está de más
volver a mirarlo por si se me escapó algo en su día.
—Claro
Mike, sabes que te debo varios favores y no creo que nadie eche nada de lo que
hay aquí dentro de menos —era cierto, Mike había sido el único que no la había
menospreciado ni por su pasado ni por ser mujer y si podía trabajar en la
policía, aunque fuera en los archivos, era gracias a él en buena parte. Además,
siempre le venía con algún caso a medio resolver para que se sintiera parte
activa de la comisaría. También le tenía cariño, habría hecho cualquier cosa
que le hubiera pedido— ¿Y cuál es el segundo favor que quieres que te haga?
—Tengo la
dirección de dos sospechosos, pero no me gustaría ir a visitarlos solos, ¿qué
te parece si me acompañas y de paso ves la luz del sol?
—¿De
verdad puedo? —cuando él asintió ella se abrazó de él y se colgó de su cuello.
Pese a que no era una mujer baja a su lado parecía poco más que una niña—. ¿Y
cuándo vamos?
—Primero
déjame que eche un vistazo al primer caso y luego vamos a la calle, por cierto,
¿me podrías traer un café solo sin azúcar?
Ella se
marchó a traerle el café mientras él se introducía en el mar de estanterías y
archivadores que tenía delante. Aquel lugar era como un apartamento de tamaño
grande, tenía más de cien metros cuadrados y estaba lleno de estanterías salvo
un par de estancias que una era un sala de lectura y la otra era una biblioteca
digital en la que se podía consultar casi todo el material en formato digital,
pero él seguía siendo un amante del papel.
En el
fondo había una estantería que ocupaba todo el muro de carga del edificio. Unas
puertas acristalabas cerraba la misma y en ella se encontraban los casos
cerrados del pasado. No tardó mucho en encontrar la caja en la que ponía Black
Jack. Abrió la puerta de cristal y extrajo la caja, sopló para eliminar el
polvo acumulado sobre la tapa y la abrió, Dentro estaba todo el material que
tenían del caso anterior, una carpeta marrón con las fotografías de las escenas
y los cadáveres, las autopsias de los mismos y la posible identidad del
asesino. Y sobre todo, los naipes firmados. Estos eran de tréboles pero tenían
el mismo reverso y la misma firma. Los cogió guardándolos en su americana y
también cogió la lista con los nombres tachados, sacó la carpeta de la caja
para llevársela también consigo y colocó la caja en su lugar, Justo cuando lo
hacía Tara venía con el café.
Estuvieron
conversando algunos minutos más mientras él apuraba el café y luego salieron
para ir a buscar a Miroslav Basielivic y a Kelly Anderson, pero no encontraron
a ninguno en su domicilio, cosa que tampoco sorprendió a Mike pues no esperaba
encontrarlos. Volvieron a comisaría y Mike se despidió de Tara con dos besos y
mientras la observaba alejarse de camino al ascensor se encendió un cigarrillo,
pese a la prohibición de poder fumar en el interior del edificio, mientras
pensaba que no le extrañaba que aquella chica hubiera posado para la famosa
publicación, pues era preciosa, era la típica chica que aparecía en ellas,
rubia, de rostro angelical y cuerpo curvilíneo de grandes senos y cintura
estrecha. Se hubiera quedado contemplándola todo el día, pero no por su físico,
la admiraba como persona y así se lo había hecho saber más de una vez. Pero
tenía cosas que hacer.
Se
encaminó hasta donde se encontraba Martin, un viajo amigo que también era
policía y que era un experto en caligrafía, necesitaba saber si la firma de los
naipes eran los mismos. Y le confirmó que era así. El As de tréboles y el de
corazones tenían la misma firma, echa por la misma mano y con el mismo
utensilio, probablemente una estilográfica de tinta negra.
Volvió a
su despacho y allí le esperaba la intendente Brown con un bol de pollo de
estilo Kentucky.
—Sabía que
te encontraría aquí —le espetó en cuanto lo vio.
—Nunca una
visión me causó tanta alegría.
—Sabes que
aquí dentro no se puede fumar ¿no? —dijo señalando al cenicero lleno de
colillas.
—A la
mierda con las normas Sally, sabes que soy un rebelde sin causa, pero soy el
mejor policía que tienes, por eso no me sancionaras.
—Tienes
razón. Por cierto, ¿cuánto tiempo llevas sin dormir? Se supone que tu turno es
el de noche e imagino, porque te conozco, que no habrás dormido. Y apuesto una
mano a que tampoco has comido nada.
—Me
conoces muy bien, no he dormido nada y tampoco he comido nada.
—Pues así
no te quiero, ten, come —le dijo acercándole el bol para que comiera, él tomó
un trozo y se lo llevó a la boca— en cuanto acabemos de comer —ella tomó otra
porción y la mordió— nos vamos a tu casa, los dos— y le guiñó un ojo.
Por hoy es todo, Black Jack continúa en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.
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