sábado, 8 de junio de 2019

El viejo reloj de pared

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

Hacía tiempo que no compartía un relato corto de este género y hoy me apetecía hacerlo. Está escrito en exclusiva para este blog así que espero lo disfrutéis e una manera especial. No es excesivamente largo y se puede leer del tirón, ya me diréis. Su título es "El viejo reloj de pared" y ya sabéis que lo podéis leer después de la imagen.


"La jaqueca me estaba matando. Parecía que un martillo o un pájaro carpintero me martilleara por dentro y quisiera taladrarme el cráneo. No podía soportarlo más. Y aquel TIC-TAC del viejo reloj de pared del pasillo no ayudaba a que me sintiera mejor. Tenía todas las luces apagadas, las persianas bajadas y las cortinas cerradas. Mi casa estaba en una oscuridad total. Pero aquel ruido me estaba exasperando.

Me levanté como buenamente pude y caminé a tientas por el inmenso salón hasta la puerta del corredor, giré a la derecha, notaba el tacto de la alfombra persa en mis pies descalzos. Hacía más frío del que pensaba. Tal vez hubiera sido una buena idea ponerme el batín de seda antes de ponerme en pie, pero la desnudez me ayuda a sentirme mejor en estos casos, o tal vez sea psicológico, no lo sé, pero ahora me arrepiento y de qué manera. 

Cuando estaba a punto de llegar al rincón en el que se encontraba el susodicho reloj dejé de escuchar el soniquete de su péndulo. Suspiré. Por fin cesaba aquel tormento. Aguardé unos segundos, conteniendo la respiración, por si todo se trataba de un sueño o del fruto de mi imaginación. Pero no fue así. Aquel sonido había cesado de verdad.

Me giré sobre mis pasos y traté de volver al salón en el que descansaba antes de ir hasta aquí, pero no pude llegar. No sé si fue fruto del fuerte dolor de cabeza pero me desorienté. No podía volver sobre mis pasos, ni encontraba el interruptor para encender la luz. Y lo que aún era más aterrador. No sentía la alfombra bajo mis pies, tan solo el frío suelo de madera. ¡Y en mi casa no había suelo de madera!

Llevé mis manos a mi cabeza pues el dolor volvía a ser insoportable y me arrodillé. Cerré mis ojos y los cubrí con mis manos y empecé a llorar desconsoladamente. Tanto lloré que mis lágrimas llegaron a mis labios y las probé. Sabían a sangre. ¿Qué estaba ocurriendo? Todo aquello era muy extraño.

Y entonces volvió a sonar. TIC-TAC, TIC-TAC, TIC-TAC. Pero ahora sonaba aún más fuerte. Y sonaba en otro lugar. Sonaba en mi cabeza y a la vez en otro lugar. Es como si el reloj estuviera dentro de mi cabeza. Pero era yo el que estaba dentro de él, como una especie de extraña fusión en la que ambos nos habíamos convertido en uno y aquella unión iba a ser eterna. Al igual que mi jaqueca."

Por hoy es todo, espero os guste, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

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