domingo, 6 de octubre de 2019

Black Jack (VIII)

Buenas noches desde el rincón en el que escribo. Tras un par de semanas de ausencia por motivos de fuerza mayor, continuamos con la historia de Mike, Sally y del asesino en serie conocido como Black Jack.


—¿Qué trae al mejor policía de la ciudad otra vez por aquí? —preguntó Tara en cuanto vio acceder a Mike a la zona de archivos por segundo día consecutivo.
—Hola preciosa, yo también me alegro verte —le dijo él obsequiándole con su mejor sonrisa—. Pero lo que me trae hoy aquí es trabajo y no solo el placer de verte.
—¡Oh!, en ese caso, ¿para que soy buena inspector Lamghinni? —y le guiñó un ojo al acabar la frase.
—Tenemos un listado de todas aquellas personas que residen o visitan la ciudad con antecedentes penales, que han estado en la cárcel o que sin tener ni lo uno ni lo otro son sospechosos de ser delincuentes —hizo una pausa para mirar a Tara que asentía con la cabeza, por lo que prosiguió— estamos buscando a una pareja, o unos hermanos, probablemente mexicanos o al menos latinos, cuyas iniciales son A.L. y N.L., ya lo hemos comprobado varias veces pero no ninguno coincide con esos datos.
—¿Y qué puedo hacer yo? —le preguntó Tara encogiéndose de hombros que no entendía a que venía aquello.
—Hay algo que se nos escapa…
—¿Y quieres que yo lo vuelva a mirar a ver si encuentro algo? —La interrumpió Tara.
—Nah, no creo que sea necesario, los de arriba son unos incompetentes acabados, pero al menos para eso sirven. Pero me gustaría saber si hay algún listado oculto al que nosotros no hayamos podido acceder. No sé, como si se trataran de documentación falsa o que tengan doble nacionalidad y se hayan transcrito mal los nombres o testigos protegidos o algo por el estilo.
—La documentación falsa no la podemos seguir, quiero decir que si han entrado con unos papeles que no son los suyos, no podemos saber su verdadera identidad pues a ojos de aduanas su nombre es el que aparezca en el documento que enseñaron al entrar. Lo del error de transcripción no me parece creíble, si la grafía fuera distinta, como árabe, oriental o incluso alfabeto cirílico podría ser, pero dices que se trata de hispanos, por lo que en este caso no suelen cometerse ese tipo de errores. Y en cuanto a lo de testigos protegidos… —hizo una pequeña pausa mientras se rascaba la barbilla con un par de dedos, luego miró unos papeles que tenía sobre su escritorio antes de añadir— …no creo que haya un listado de ese tipo, y si lo hubiera, sería el FBI quien dispondría de él. Lamento no haber sido de ayuda.
—Me has ayudado más de lo que piensas. De todas formas, ¿qué te parece si introduces esas iniciales en ese buscador que tienes y si obtienes algo interesante me lo dices?
Ella asintió y abrió el programa de búsqueda que tenía y mientras este trabajaba resolviendo infinidad de algoritmos en pocos segundos Tara preguntó:
—¿En serio te he ayudado?
—Sí —le contestó él mientras cogía su teléfono móvil y buscaba un número en este, ella le interrogaba con la mirada por lo que prosiguió—, tengo un amigo, en realidad tengo muchos, pero uno de ellos es agente especial del FBI y digamos que me debe algunos favores. Tal vez pueda ayudarme si existe ese listado.
—Tenemos algo Mike —le dijo Tara señalando con su dedo en la pantalla, allí aparecían dos nombres Aldo López y Nairo López —son hermanos y mexicanos, de Toluca. Pero no están en la ciudad, nunca han salido de su país aunque por lo visto han colaborado con la Policía Federal Mexicana en algún caso de narcotráfico.
—Gracias cielo —le dijo Mike dándole un fraternal beso en la frente— eres un sol, muchas gracias, te debo una —y abandonó los archivos subiendo por las escaleras mientras Tara lo miraba alejarse con una sonrisa bobalicona en los labios.
Mike subió las escaleras de dos en dos y se sentó en la mesa que había tras su escritorio. Había marcado varias veces el número de su amigo pero no lo consiguió, todas las veces que le marcó aparecía como ocupado, apagado o fuera de cobertura, por lo que al décimo intento dejó de llamarle y arrojó el teléfono sobre el escritorio. Y optó por tirar del segundo hilo que tenía delante. Sacó el listado que habían encontrado en el coche del primer Black Jack. En ella aparecían varios nombres, algunos tachados, que correspondían curiosamente con las víctimas, y había otros sin tachar que suponen que se trataban de las personas que tenía pensado matar en el futuro.
Comprobó cada uno de aquellos nombres uno a uno y todos le devolvieron el mismo resultado, fallecido. Tampoco coincidían con los dos cadáveres que habían encontrado hasta ahora del nuevo Black Jack. Era un nuevo callejón sin salida. Golpeó con el puño sobre la mesa y algunas colillas del cenicero cayeron sobre el plano que tenía extendido en la mesa, Mike lo recogió y lo sacudió para limpiarlo y lo dobló por la mitad y al hacerlo se dio cuenta de una cosa, las marcas del lugar de los asesinatos del primer asesino y del segundo coincidían al doblar el mapa. Por lo que Mike señaló en con su dedo el lugar en el que se podían encontrar los cadáveres. Todos ellos eran de la misma zona de recogidas de basuras. La zona de Drew.
—Otra vez Drew, voy a tener que ir a hablar con esa chica, son demasiadas coincidencias y no creo en coincidencias —dijo para sí pero en un tono más elevado del que le hubiera gustado.
—¿Con quién quieres hablar? —Le preguntó Sally al escucharle hablar solo y en voz alta— si quieres puedo acompañarte.
—Claro que quiero, ¡vamos! —le contestó él poniéndose en pie y recogiendo el mapa que guardó en el bolsillo trasero de su pantalón y recuperando también su teléfono que guardó en el de su americana.
—Yo también os acompaño —dijo el inspector Smith—, esto de estar aquí sin hacer nada me va a matar.
Los tres salieron por la puerta y bajaron por el ascensor en silencio hasta el parking en donde se subieron en el viejo Mustang de Mike. El trayecto desde comisaría hasta el lugar en el que se encontraban las oficinas de la empresa de recogida de basura fue de apenas unos diez minutos y la conversación que mantuvieron fue sobre temas triviales. Cuando llegaron a su destino Mike estacionó dentro del aparcamiento reservado a los trabajadores, tenía tantos contactos y amigos en aquel lugar que sabía que nadie pondría ningún reparo.
Los tres bajaron del coche y entraron a las oficinas y el viejo Barry acudió a darle un abrazo a Mike, después de eso, y una vez hechas las pertinentes presentaciones, le estrechó la mano al inspector Smith y le dio dos besos a Sally.
—Vaya, vaya, pero si es Mike en persona —dijo el viejo Barry volviéndose a Mike cuando acabó con los saludos— ¿A qué debo el honor de tu visita?
—La verdad sea dicha —le contestó Mike con el tono cordial con el que siempre hablaba con sus amigos— es que no esperaba encontrarte aquí, ¿No se supone que tu atiendes el turno de noche? Al final va a ser verdad eso que dicen de ti, que duermes en este lugar.
—Lo que dicen es que vivo aquí y creo que así es golfo, pero no creo que hayas venido a comprobar si eso es cierto o no, ¿qué ocurre? ¿Qué puedo hacer por ti y tus amigos? —esto último lo dijo casi en un susurro al oído de Mike, pues sabía que se trataba de algo serio y era un hombre desconfiado por naturaleza.
—Necesito hablar con Drew sobre unos asesinatos que se están cometiendo en la ciudad, ya han aparecido dos cuerpos en la ruta que ella hace y no creo que sea casualidad.
—Drew es una chica encantadora, Mike, no creo que sea capaz de matar ni a una mosca. Es huérfana, su padre falleció cuando ella era una cría y su madre apareció muerta un día en su casa con una sobredosis de caballo. A esa pobre muchacha le ha tocado hacer de padre y madre de sus tres hermanos pequeños. Trabaja mucho y bien, por las mañanas sirve tortitas en la cafetería de Randy, y por las noches se encarga de conducir el camión de la basura, ha sido la empleada del mes varias veces. Te digo yo que sería incapaz de hacer algo ilegal.
—No creo que ella sea la asesina viejo, pero, podría ser una víctima, quiero protegerla, por eso quiero hablar con ella. ¿Sabes dónde puedo encontrarla?
—A estas horas —dijo mirando su reloj de pulsera que era más viejo que él pues era una reliquia heredada de su padre— ya habrá acabado su turno en donde Randy, debe de estar en el instituto pues además estudia, o haciendo la compra para cocinarles a sus hermanos. No puedo decirte exactamente donde está pero si quieres, esta noche cuando venga, le digo que te llame y hablas con ella, ¿te parece bien?
—Me parece genial viejo, quedamos así entonces —y se despidieron con un abrazo tan  cariñoso como el que se dieron al entrar.
Volvieron a comisaría, en realidad Mike los dejó allí para marcharse a su casa, ya era hora de que cada uno descansara pues su turno hacía horas que había finalizado y la madrugada no tardaría en llegar y con ella su nuevo turno. Una vez Mike estuvo en casa y mientras se fumaba un cigarrillo en el balcón marcó nuevamente el número de teléfono de su amigo del FBI obteniendo el mismo resultado que los intentos anteriores. Entonces llamó a Sally.
—Hola Mike —le contestó ella—, acabas de dejarme y ya me estás llamando ¿tanto me echas a faltar?
—No puedo echarte de menos, tu perfume de zorra aún impregna mi casa —ambos rieron por la ocurrencia— en realidad no te llamo por eso Sally. Creo que deberías poner vigilancia en tres lugares de la ciudad, creo que pueden ser donde aparezca el próximo cadáver.
—¿Qué?, ¿Dónde?, ¿Cómo lo sabes?
—No estoy seguro que vaya a ser así pero es una especie de corazonada, mañana te cuento como lo sospecho, pero ahora pon vigilancia allí por favor.
Mike le dijo los tres lugares donde había visto en el mapa que pudieran ser los lugares del asesinato. Sally le prometió que ahora mismo movilizaría las patrullas necesarias y se despidieron entre las bromas que solían hacerse cuando estaban en privado. Mike apagó la colilla en el cenicero y se dispuso a darse una ducha rápida antes de irse a dormir pero antes de llegar siquiera al baño su teléfono móvil sonó. Se trataba de su amigo del FBI.

Por hoy es todo, Black Jack continuará en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.

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