Buenas noches desde el rincón en el que escribo.
Para este día quería traeros un pequeño relato titulado "Un catorce en selectividad, a ver que os parece.
Todos sus compañeros
habían entrado corriendo al Hall del
campus para comprobar sus notas en el corcho de la facultad de medicina. Ella
prefería ir caminando despacio, fuera cual fuera el resultado nada podía hacer
ya, las prisas ya no eran buenas consejeras. Suspiró hondo antes de ponerse en
pie y limpiarse el trasero de los tejanos por si se le había manchado con la
hierba fresca del suelo. Una vez puesta en pie se encaminó a la puerta que poco
antes habían franqueado el resto de alumnos y alumnas. Con la misma parsimonia
fue subiendo uno a uno los dieciséis escalones. La suela de piel dura de sus
sandalias resonaban sobre estos con un repiqueteo rítmico que parecían unas
baquetas golpeando el cuero de un tambor.
Una vez en el interior
de la facultad notó que el aire acondicionado estaba muy bajo y tuvo sensación
incluso de frio. Frotó sus brazos con las palmas de sus manos pues se le había
erizado el vello de los brazos. El top de tirantes que llevaba puesto era
adecuado para el calor del exterior pero en el interior echó en falta una manga
un poco más larga. Se quitó el pequeño bolsa en forma de mochilita que llevaba
a la espalda y extrajo un cárdigan color sepia que hacía juego con su top y se
la puso antes de avanzar hacia el lugar en el que se encontraba el que podía o
no ser su futuro.
Podía escuchar risas y
también lágrimas. Gente abrazándose y saltando de alegría porque habían logrado
su sueño, otras tratando de consolar a amigos y amigas porque no lo habían
logrado. El abanico de reacciones era tan amplio como las personas allí
reunidas.
A medida que se acercaba
a aquel papel notaba como su corazón se aceleraba, había estado estudiando
mucho para poder estudiar medicina, lo había tenido claro desde niña, su sueño
era ser doctora y se había centrado desde los doce años en lograr su sueño.
Ahora que tenía dieciocho había llegado la hora de ver si todos los años de
estudio y sacrificio habían servido de algo o debía de contentarse con otros
estudios.
Se plantó ante el papel,
buscó su número del carné de identidad y cuando lo encontró siguió la línea con
el dedo índice de su mano derecha hasta la nota final en su examen de
selectividad. Su uña, con una manicura francesa perfecta y sin cutículas, se
detuvo ante la nota. Casi no se lo podía creer, había sacado un catorce, la
nota más alta. Notó como las lágrimas acudían a sus ojos, eran lágrimas de
alegría.
Echó mano de su teléfono
móvil, que había guardado en el bolsillo trasero de sus pantalones y marcó al
amor de su vida. Normalmente la gente llamaba a sus padres primero, pero ella
no. Sus padres no la apoyaban ni en su intención de convertirse en médico ni en
su relación de pareja, así que para ella habían perdido importancia. En el
momento que se fue a vivir con su pareja dejaron de hablarse. Cuando al otro lado
del teléfono descolgaron ella sonrió:
—Amor, ¿puedes hablar?
—preguntó enjugándose las lágrimas en el dorso de su mano.
—Claro que sí mi vida
—le dijo la voz de la persona que amaba con una sonrisa de felicidad en los
labios— dime que todo ha ido bien.
—Ha ido perfecto. He
sacado la nota más alta.
—No tenía la menor duda.
Te paso a buscar en cuanto salga de la oficina y vamos a comer en algún sitio
para celebrarlo, ¿te parece?
—Claro que si mi amor.
Elena colgó al otro
lado. Era C.E.O en una importante empresa textil, tenía cuarenta y cinco años y
desde hacía dos estaba manteniendo una relación de amor con una jovencita
bastante menor que ella y le acababa de dar la mejor de las noticias. Pronto
empezaría a estudiar medicina que era su sueño. Se sentía feliz por ella, pero
no solo porque lograra el mayor sueño de su vida sino porque para ella, era el
amor de su vida y no imaginaba la suya si no era junto a aquella mujer. Y sabía
que era mutuo.
Por hoy es todo, espero que os haya gustado, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.
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