sábado, 8 de septiembre de 2018

ALGO NUESTRO

Buenas noches desde el rincón en el que escribo.

Hoy quería compartir con vosotros la portada de una antología en la que he participado, se titula "Algo Nuestro" y el dinero que se recaude con su venta es para una buena causa, para la fundación "Mi princesa RETT" para tratar a las enfermas de RETT. Aquí os dejo la portada de la misma y también el enlace de compra. Y después encontraras mi relato, espero te interese el tema y te animes a colaborar.


https://tienda.leibroseditorial.es/producto/algo-nuestro-antologia-varios-autores-papel

https://tienda.leibroseditorial.es/producto/algo-nuestro-antologia-varios-autores-digital

Estos son los enlaces de compra, tanto en papel como en digital y por último, aquí el relato titulado, "Nunca digas nunca".

Estaba botando la pelota desde el fondo de la pista. Levantó la mirada al marcador una vez más para comprobar que no le engañaba su subconsciente. Y no lo hacía, tenía bola de campeonato. No pudo evitar echar la vista atrás y recordó todo lo que le había pasado en los últimos años.
Todo empezó diez años atrás. Una mañana, como tantas otras, se había levantado a las seis de la mañana para salir a correr como hacía desde que tenía catorce años, todas las mañanas sin faltar ninguna. Hizo el recorrido que tenía por costumbre y que conocía como la palma de su mano. Quería ser tenista profesional y para ello necesitaba entrenar mucho cada día.  Ese día no tenía nada de especial ni de particular. Su teléfono móvil le devolvía a través de sus auriculares inalámbricos la canción «Highway to Hell» que siempre le motivaba para correr y el pulsómetro de su muñeca le indicaba el ritmo que llevaba y sus constantes vitales y aún después de tanto tiempo todavía no sabe si fue por escuchar uno o consultar el otro pero no lo vio venir. Un conductor ebrio le atropelló y lo dejó en el suelo debatiéndose entre la vida y la muerte. Y la segunda habría ganado la partida si no hubiera sido por un buen samaritano que pasaba cerca, era en realidad un trabajador de una fábrica cercana y avisó al servicio de urgencias. Eso le salvó la vida.
Tenía múltiples fracturas en sus piernas y brazos, hematomas por todo el cuerpo y había perdido mucha sangre. Los médicos que lo atendieron, pues fueron muchos, le dijeron que su vida no corría peligro, pero que era difícil que viera cumplido su sueño, con el tipo de lesión que tenía se vería postrado todos los días del resto de su vida en una silla de ruedas. ¿Y aún le decían que su vida no corría peligro? Él vivía por y para el tenis, si no podía jugar, ¿cómo podían decirle que su vida no corría peligro?
Estuvo meses ingresado, y después empezaron con la rehabilitación. Fue lenta y tediosa, además de que su coste fue descomunal, por suerte para él y su familia no tuvo que correr con aquellos gastos. Antes de que pudiera acabar esta rehabilitación empezó el juicio pues alguien identificó el coche y con él al conductor. Le condenaron a pagar los costos de la operación y una indemnización de seis mil euros, además de a tres años y medio de prisión. Pero nunca llegó a soltar un solo céntimo pues se declaró insolvente y además murió en la cárcel en extrañas circunstancias. Fuera como fuere él se quedó en aquella silla y sin ver nada de dinero.
Su padre le convenció para que entrenara en silla de ruedas, que se preparara para participar en los juegos paralímpicos, que peleara por mi sueño igualmente, que este no había cambiado, solo la forma de llegar a él. Y eso hice, retomé mi rutina de entrenamientos y me machaqué en el gimnasio, fortaleciendo el tren superior que no estaba mermado, pero a la vez acudía a rehabilitación para sentirme bien. Luego a las pistas a pelotear. Así un día, y otro, y otro más, lloviera o hiciera sol, fuera verano o invierno, hiciera frío o calor. La gente pensaba que estaba loco y tal vez tuvieran razón pero no desistí. Y un buen día mientras peloteaba contra una máquina, me caí de la silla, traté de ponerme en pie con la ayuda de mis brazos y lo logré, pero no con estos, fueron mis piernas las que me elevaron, las que me sostenían de nuevo de pie sobre el polvo de ladrillo. La carcajada que solté se escuchó en todos los lugares del mundo creo yo.
Y volví a este lugar con una sola idea. Ganar Roland Garrós. Y el videomarcador dice que estoy a una bola de lograrlo. Lanzo la pelota al aire, me alzó e impacto con la raqueta en ella. La bola vuela por encima de la red, impacta en la esquina justo la del lado del pasillo de dobles. Mi rival no la ve. Ace. Primero del partido, justo a tiempo. Caigo de rodillas al suelo, llorando. ¡He ganado, he ganado! Todo el mundo se me echa encima, están todos tan contentos como yo o tal vez más si eso es posible. Los sueños se cumplen. Yo pensé que no podría caminar más y menos jugar al tenis y he ganado. Cuando me pregunten cuando me entreguen el trofeo de los mosqueteros eso es lo que diré. ¡Nunca digas nunca!

Por hoy es todo, espero os guste, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir", nos leemos.

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