Buenas noches desde el rincón en el que escribo.
Hoy quería compartir con vosotros la portada de una antología en la que he participado, se titula "Algo Nuestro" y el dinero que se recaude con su venta es para una buena causa, para la fundación "Mi princesa RETT" para tratar a las enfermas de RETT. Aquí os dejo la portada de la misma y también el enlace de compra. Y después encontraras mi relato, espero te interese el tema y te animes a colaborar.
https://tienda.leibroseditorial.es/producto/algo-nuestro-antologia-varios-autores-papel
https://tienda.leibroseditorial.es/producto/algo-nuestro-antologia-varios-autores-digital
Estos son los enlaces de compra, tanto en papel como en digital y por último, aquí el relato titulado, "Nunca digas nunca".
Estaba botando la pelota
desde el fondo de la pista. Levantó la mirada al marcador una vez más para
comprobar que no le engañaba su subconsciente. Y no lo hacía, tenía bola de
campeonato. No pudo evitar echar la vista atrás y recordó todo lo que le había
pasado en los últimos años.
Todo empezó diez años
atrás. Una mañana, como tantas otras, se había levantado a las seis de la
mañana para salir a correr como hacía desde que tenía catorce años, todas las
mañanas sin faltar ninguna. Hizo el recorrido que tenía por costumbre y que
conocía como la palma de su mano. Quería ser tenista profesional y para ello
necesitaba entrenar mucho cada día. Ese
día no tenía nada de especial ni de particular. Su teléfono móvil le devolvía a
través de sus auriculares inalámbricos la canción «Highway to Hell» que
siempre le motivaba para correr y el pulsómetro de su muñeca le indicaba el
ritmo que llevaba y sus constantes vitales y aún después de tanto tiempo
todavía no sabe si fue por escuchar uno o consultar el otro pero no lo vio
venir. Un conductor ebrio le atropelló y lo dejó en el suelo debatiéndose entre
la vida y la muerte. Y la segunda habría ganado la partida si no hubiera sido
por un buen samaritano que pasaba cerca, era en realidad un trabajador de una
fábrica cercana y avisó al servicio de urgencias. Eso le salvó la vida.
Tenía múltiples
fracturas en sus piernas y brazos, hematomas por todo el cuerpo y había perdido
mucha sangre. Los médicos que lo atendieron, pues fueron muchos, le dijeron que
su vida no corría peligro, pero que era difícil que viera cumplido su sueño,
con el tipo de lesión que tenía se vería postrado todos los días del resto de
su vida en una silla de ruedas. ¿Y aún le decían que su vida no corría peligro?
Él vivía por y para el tenis, si no podía jugar, ¿cómo podían decirle que su
vida no corría peligro?
Estuvo meses ingresado,
y después empezaron con la rehabilitación. Fue lenta y tediosa, además de que
su coste fue descomunal, por suerte para él y su familia no tuvo que correr con
aquellos gastos. Antes de que pudiera acabar esta rehabilitación empezó el
juicio pues alguien identificó el coche y con él al conductor. Le condenaron a
pagar los costos de la operación y una indemnización de seis mil euros, además
de a tres años y medio de prisión. Pero nunca llegó a soltar un solo céntimo
pues se declaró insolvente y además murió en la cárcel en extrañas
circunstancias. Fuera como fuere él se quedó en aquella silla y sin ver nada de
dinero.
Su padre le convenció
para que entrenara en silla de ruedas, que se preparara para participar en los
juegos paralímpicos, que peleara por mi sueño igualmente, que este no había
cambiado, solo la forma de llegar a él. Y eso hice, retomé mi rutina de
entrenamientos y me machaqué en el gimnasio, fortaleciendo el tren superior que
no estaba mermado, pero a la vez acudía a rehabilitación para sentirme bien.
Luego a las pistas a pelotear. Así un día, y otro, y otro más, lloviera o
hiciera sol, fuera verano o invierno, hiciera frío o calor. La gente pensaba
que estaba loco y tal vez tuvieran razón pero no desistí. Y un buen día
mientras peloteaba contra una máquina, me caí de la silla, traté de ponerme en
pie con la ayuda de mis brazos y lo logré, pero no con estos, fueron mis
piernas las que me elevaron, las que me sostenían de nuevo de pie sobre el
polvo de ladrillo. La carcajada que solté se escuchó en todos los lugares del
mundo creo yo.
Y volví a este lugar con
una sola idea. Ganar Roland Garrós. Y el videomarcador dice que estoy a una
bola de lograrlo. Lanzo la pelota al aire, me alzó e impacto con la raqueta en
ella. La bola vuela por encima de la red, impacta en la esquina justo la del
lado del pasillo de dobles. Mi rival no la ve. Ace. Primero del partido, justo
a tiempo. Caigo de rodillas al suelo, llorando. ¡He ganado, he ganado! Todo el
mundo se me echa encima, están todos tan contentos como yo o tal vez más si eso
es posible. Los sueños se cumplen. Yo pensé que no podría caminar más y menos
jugar al tenis y he ganado. Cuando me pregunten cuando me entreguen el trofeo
de los mosqueteros eso es lo que diré. ¡Nunca digas nunca!
Por hoy es todo, espero os guste, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir", nos leemos.
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