Buenas noches desde el rincón en el que escribo.
En un día como hoy, que no tiene nada de especial y a la vez puede serlo mucho, quería compartir un relato con vosotros. Es uno corto pero que personalmente me gusta. Cómo podéis ver la cabecera lleva por título "Viaje al pasado", y dice así:
Caminaba sola por aquella desértica calle de una no
menos desértica ciudad. Años atrás esa urbe había sido una metrópolis
cosmopolita y superpoblada, avanzada tecnológicamente y fértil. Nada queda de
todo aquello. Tan solo gigantescos esqueletos de hierro y hormigón, que
recuerdan lo que un día fueron edificios y rascacielos, como compañía. Sus
pisadas levantan una fina capa de polvo, o tal vez sean cenizas o algo peor que
es mejor no saber. La humanidad, ese orgullo, o esa lacra, ya no existen como
tal. Tan solo unos pocos supervivientes como ella misma, diseminados por todos
los rincones del mundo. Pero saben que tienen los días contados. No solo la
vida humana como la conocíamos había desaparecido, también la fauna y la flora lo
habían hecho. El agua, un bien en otros tiempos abundante, escaseaba, aunque
sería más correcto decir que no existía y la poca que quedaba estaba
contaminada y no era apta para el uso humano. Con este panorama era evidente
pensar que las pocas personas que aún pululaban por el mundo estaban condenadas
a morir. Pero ella tenía un motivo para vivir.
Iba cargada con una mochila que contenía toda su
vida, y no era mucho lo que esta contenía. Una cantimplora seca, por si alguna
vez volvía a encontrar agua (¿cuánto hacía que no bebía?), un álbum de antiguas
fotografías familiares, en la que además de sus padres aparecía ella de
pequeña; un pequeño botiquín que contenía varias vendas y apósitos y un bote de
alcohol entre otros útiles; un diario personal en el que había narrado todo
cuanto le había acaecido en sus días, especialmente en los posteriores al
cataclismo que les llevó a la situación actual en la que se encontraban; un
antiguo y ajado libro, el primero que leyó y su favorito, una fábula en la que
los animales de una granja se ponen a gobernar esta titulado “Rebelión en la
Granja” de George Orwell; un encendedor de tipo “Zippo”, pese a que no fumaba y
un feo peluche no más grande de una palma humana, un oso vestido con un
chubasquero amarillo y un gorrito a juego, el único recuerdo que le queda de su
infancia y del que no se ha separado en la vida.
El tiempo se le acaba, no solo a ella, es todo el
planeta el que está muriendo. Pero no puede permitir que eso ocurra. No ahora
que está tan cerca de lograr su objetivo. Mientras los pocos que quedan de su
especie, los humanos, dedican sus esfuerzos y también sus fuerzas, en tareas
inservibles como buscar alimento o agua, si lo hubiera, estaría tan corrompida
y pútrida como el resto del planeta. Otros se dedican a buscar a otras personas
para tratar de volver a formar una civilización y otros, otros era mejor que no
existieran pues vivían por y para buscar supervivientes y alimentarse con
ellos. Eran los más corruptos entre los corruptos, engendros que nunca debieron
existir.
Ella en cambio lo que buscaba era lo único que
realmente podía salvarlos, a ella y al
resto de los pocos que malvivían en un mundo condenado a extinguirse. Y estaba
tan cerca de lograrlo. Algunos de los pocos con los que se cruzó le dijeron que
estaba loca, que desistiera de su cometido, otros, menos aún, le pidieron que
al menos llevara algún tipo de arma a modo de protección individual. El resto
simplemente le ignoró o la trataron poco menos que de loca. Pero ella sabía que
no estaba orate, al menos ella seguía viva, que era más de lo que podían decir
muchos de los otros que habían sucumbido víctima de la parca (los más
afortunados) o de los carroñeros los menos. Carroñeros, ese era el nombre que
tenían los que se alimentaban de humanos, y cada vez era mayor el número de estos,
pronto tendrían que empezar a devorarse entre ellos, como un ente que se
fagocita a sí mismo. Por suerte ella sabía cómo evitarlos, su olor los delata
pues hieden a podrido y muerte. Un olor claramente detectable a varios
kilómetros de distancia.
Pero ya no tenía que
preocuparse más por ellos, ya no, pues estaba en el lugar más seguro que jamás
existió. En el pasado había sido una base ultra secreta de un gobierno corrupto
de los muchos que existían, ella lo sabía porque había trabajado allí, en una
época no tan lejana y que parece pretérita ya. En realidad no trabajó nunca,
¿cómo podía haber trabajado si tan solo tenía diecisiete años?, lo que había
hecho eran las prácticas, pues estuvo como becaria allí. Era una chica callada
pero muy observadora y sabía que lo que allí se preparaba era muy grande, algo
que podía cambiar la vida, algo que sería el mejor viaje para quien pudiera
permitírselo en el futuro, que no era más que un prototipo y que, aunque había
sido probado con éxito, no tenía garantías de que fuera fiable al cien por
cien. Pero era su única esperanza.
Era algo parecido a un
tanque criogénico, diseñado originalmente para que los astronautas recuperaran
la forma tras los viajes interestelares, que posteriormente fue manipulado con
un único objetivo, llevar a su ocupante a otro lugar en la historia, en el
tiempo o en el espacio. Aquel ingenio era lo que todo el mundo llamaba una
máquina del tiempo. Y ella era la única persona que sabía hacerla funcionar.
Pero necesitaba una fuente de calor para que pudiera funcionar y ya no quedaba
ni petróleo ni sus derivados, tampoco carbón y mucho menos electricidad. Pero
ella tenía fe que el alcohol bastara para hacerla funcionar. Introdujo una
venda previamente empapada con él en la botella que contenía el citado líquido
y tras prenderla con el encendedor la depositó con mimo en el lugar destinado
al combustible. Abrió la puerta y se metió dentro cerrándola a la vez. Le
pareció oler aquella peste que precedía a los carroñeros pero ya no podían
hacerle nada. Marcó una fecha en aquella máquina, 2018, justo antes de que todo
empezara, tal vez pudiera convencer a los políticos de que no cometieran los
errores que ella había visto y reflejado en su diario, y se acomodó en la
silla.
No tardó en sentirse
cansada, podía ver a aquellos come hombres apresurarse a colarse en aquella
base secreta, iban a por ella. Cerró sus ojos víctima del sueño que aquella
máquina provocaba se abrazó a su peluche mientras se acariciaba la barriga. «Vas estar bien hija mía.
Ahora vas a estar bien mi amor»
decía mientras Morfeo la mecía en sus brazos y era trasportada a un lugar
mejor, o puede que no.
Espero hayáis disfrutado con su lectura, por hoy es todo, nos vemos en "Mi Rincón de escribir". Nos leemos.
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