Buenas noches desde el Rincón en el que escribo.
La entrada de hoy no será muy extensa, he querido aprovechar para compartir con todos vosotros un relato inédito hasta ahora. Tal vez algún día vea la luz pero de momento sólo lo hará en este blog y sois los primeros en disfrutarlos. Espero que lo disfrutéis, y si os gusta este o cualquier otro de los que he compartido, hacédmelo saber por aquí o por cualquiera de mis redes sociales. El relato se titula "SIEMPRE PREGUNTA POR TI EN LA CAFETERÍA", lo escribí originalmente en catalán para un concurso literario del instituto, hace bastantes años. Aquí lo presento en castellano, espero os guste.
Todo empezó ahora hace diez años. Yo iba en un vagón de un
Talgo. Volvía de un viaje de placer y tenía que incorporarme al trabajo, de
cajero en un banco, ese mismo día. Llevaba muchas horas dentro de aquel tren y
quería tomar alguna cosa, así que fui a la cafetería del tren y pedí una
Coca-Cola bien fría. Fue entonces cuando la vi. Estaba sentada en una silla y
hablaba con alguien. Era morena y tenía el cabello a media melena y rizado. Sus
ojos eran marrones y tenía un físico extraordinario. Era preciosa.
Cuando la persona que estaba a su lado acabó
de hablar con ella me acerqué y le pregunté si podía sentarme junto a ella y me
dijo que sí. Empezamos a hablar y descubrí que los dos éramos del mismo pueblo.
Le quise pagar una copa pero me dijo que ya tenía lo que quería tomar y le di
la dirección de «La Tasca de Paco» que era el bar al que iba todas las tardes a
tomarme un café. Le dije que podía pasar por allí cuando quisiera y que
hablaríamos y la invitaría a lo que quisiera. Ella me dijo que sí y se fue. No
tenía mucha estatura pero sus piernas eran largas, podía medir algo más de
metro y medio. Volví a mi butaca y me acabé la lata de la bebida.
Una vez el tren se detuvo en la estación de
Sants cogí mi maleta y bajé. Busqué con la mirada a aquella maravilla que había
visto en la cafetería, pero no la encontré. Salí de la estación y llamé un
taxi. Me llevó a casa e inmediatamente salí para ir al trabajo. Y al salir de
este fui a «La Tasca de Paco» y nada más entrar Paco me dice: «Hace un momento
ha salido una preciosidad que preguntaba por ti. Te ha estado esperando diez
minutos y como no llegabas se ha ido. Te has tenido que cruzar con ella».
Aquellas palabras me pusieron nervioso. Pedí alguna cosa para beber, no
recuerdo qué. Me lo tomé deprisa, pagué y salí de prisa y corriendo para ver si
encontraba a aquella chica. No tuve suerte. Volví a casa y me puse a escribir
una poesía para intentar plasmar sobre
el papel los sentimientos que tenía en mi corazón. Escribí durante toda la noche
e hice un total de cinco poemas. A la mañana siguiente fui pronto a trabajar
con un único pensamiento en la cabeza, aquella muchacha.
No estuve muy acertado durante toda aquella
semana y todas las noches me sentaba ante mi escritorio y creaba un montón de
poemas a ver cuál más bonito, cuál con más sentimiento. Así día tras día,
parecía que el destino quería que nunca más en la vida pudiera cruzarme con
aquella mujer que me tenía el corazón robado.
Pero un buen día el azar cambió y cuando
llegué al bar como cada tarde Paco me dio una nota manuscrita que había dejado
aquella mujer. La nota era corta pero muy clara y para mí fue preciosa. Tenía
sólo cinco letras pero para mí fue todo un universo lleno de posibilidades.
Salí con mucha prisa y cuando pasé por delante de una floristería compré un
ramo de rosas que me costó diez mil pesetas, pero eso importaba poco cuando el
amor está en juego. El motivo de la prisa era que detrás de su nota ponía la
dirección de aquella chica.
Llegué a la dirección y subí los tres pisos
por las escaleras. Cuando estaba delante de su puerta dudé durante unos
segundos, pero finalmente toqué a la puerta. No usé el timbre ya que estaba tan
nervioso que no lo encontré. Me abrió la puerta vestida con un sexy modelito
rojo pasión y me dijo con una sonrisa en los labios: «Te esperaba, sabía que
vendrías». Después le di el ramo de rosas y ella sonrió, le había gustado, es
más, yo diría que incluso la sorprendió. No se lo esperaba y la sorprendió.
Puso el ramo en agua y después me dijo
que la rosa era su flor favorita. Me hizo pasar y me presentó a su
madre. Era una simpática abuela que estaba sentada en una silla de ruedas y
bordaba un pañuelo blanco de seda. La mujer levantó la cabeza, me saludó y
volvió a lo que hacía.
Una vez hechas las presentaciones continuamos
y me enseñó su casa. Después fuimos a la cocina y me cenamos una pizza que ella
había hecho, por cierto, estaba buenísima. Al acabar de comer fuimos a su
habitación y puso una cassette de Strauss dentro del radiocassette y me pidió
que bailase un vals con ella. Estuvimos bailando un buen rato hasta que aquella
cassette se acabó. Entonces ella la cambió y puso una de Vangelis, creo que una
cuyo título es «Spiral». Cuando empezó a sonar aquella maravilla musical ella
se acercó a mí y me dio un beso. Nunca me olvidaré ya que para mí, aunque
parezca mentira, fue el primer beso de amor que di y que me dieron. Empezamos a
acariciarnos y después ella empezó a desnudarme. Se desnudó a continuación y
empezamos a hacer el amor por primera vez. Eso fue hace ahora diez años.
Desde aquel día ella siempre me dejaba una
nota en el bar y yo siempre le regalaba alguna cosa. Siempre, día tras día
hasta hoy, hijo. Así fue como conocí a tu madre y asé es como aún continuo
enamorado de ella y supongo que ella de mí. También fue así como naciste.
—Papá, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Claro que sí hijo, todas las que quieras.
—¿Qué ponía en aquella nota que te dejó la mamá y que has dicho que tenía cinco letras?
—Ponía la palabra más maravillosa del mundo «TE AMO»
—¿Puedo hacerte otra pregunta?
—Sí.
—¿Qué has hecho con aquellos poemas que escribiste durante
todo ese tiempo?
—Los llevé a un editor y quiso que hiciese un libro con
ellos. El libro se titula «Siempre pregunta por ti en la cafetería» y fue el primero
de los muchos que he escrito desde entonces.
—¿Y pusiste todos tus poemas?
—No hijo, no. Los puse todos menos uno, el que más me gusta.
Este se lo regalé a tu madre el día de nuestra boda. Fue mi regalo de bodas.
—Papá, ¿puedo hacerte la última pregunta?
—¡Claro qué sí hijo!
—¿Qué es hacer el amor?
Es todo por hoy, nos vemos en "Mi Rincón de Escribir". Nos leemos.
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